Necrópolis judía en Tàrrega

Publicado el día 11 de enero en el diario La Mañana de Lleida.

Fallece Samuel Hadas, Primer Embajador de Israel en España


10 de enero de 2010

El Embajador Samuel Hadas, primer embajador de Israel en España, falleció ayer en Israel.

El Sr. Hadas inició su labor diplomática en España como representante de Israel ante la Organización Mundial del Turismo, con sede en Madrid, entre 1982 y 1986. Con el establecimiento de relaciones diplomáticas en enero de 1986, se convirtió en el primer embajador de Israel en España, puesto que ocupó hasta el año siguiente. Gracias a su intensa y eficaz labor diplomática, el Embajador Hadas es considerado uno de los artífices de las relaciones hispano-israelíes.

En 1993, Samuel Hadas fue nombrado Embajador ante la Santa Sede, convirtiéndose así en el primer embajador de Israel en el Vaticano desde el establecimiento de relaciones diplomáticas plenas entre ambos estados.

En la Embajada de Israel en Madrid se ha abierto un libro de firmas para todos aquellos que quieran dejar testimonio por esta sensible pérdida.

El libro estará abierto en la Embajada (Velázquez 150, 7ª planta) desde el miércoles 13 de hasta el viernes 15 de enero de 2010 (ambos inclusive), de 10:00 a 14:00 horas.

Departamento de Prensa

Madrid, 11 de enero de 2010

Velázquez 150 – 28002 Madrid – Tel. 91 782 95 00

http://www.embajada-israel.esembajada@embajada-israel.eshttp://embajadaisrael.blogspot.com

Retrato de un antisemita

Por Guido Maisuls

Colaboración: Américo Figueroa.
De: historiabierta@yahoo.com.ar

Reflexiones de Jean-Paul Sartre sobre la cuestión judea

Si un hombre atribuye total o parcialmente las desgracias de su nación o su propia desgracia a la presencia en el país de una comunidad judea, si se propone remediarlo privando a los judeos de algunos de sus derechos, apartándolos de algunas funciones económicas y sociales, expulsándolos del territorio o exterminándolos a todos, se dice que tiene opiniones antisemitas.

Esta palabra opinión hace pensar. Se puede tener una opinión sobre casi cualquier cosa. El antisemita, en nombre de la democracia, en nombre de la libertad de opinión, reclama el derecho de predicar dondequiera su cruzada antijudea. Me niego a llamar opinión a una doctrina que apunta expresamente a determinadas personas y que se propone suprimirles sus derechos o a exterminarlas. El antisemitismo no entra en la categoría de pensamientos protegidos por el derecho de libre opinión. El antisemitismo se diferencia mucho de otros pensamientos normales.

Es, antes que nada, una pasión. El antisemita siente repulsión hacia el judeo como se siente repulsión, entre otras comunidades, hacia el negro o el chino. Y esta repulsión nace del espíritu, es un compromiso del alma, no de la experiencia; es un compromiso tan profundo y total que se extiende a lo fisiológico, como en el caso de la histeria. La indignación del antisemita proviene de haber asumido de antemano un concepto negativo del ser judeo, de su naturaleza y de su papel social. No es su propia experiencia la que engendra su visión negativa del semita; es el prejuicio el que exacerba su sentimiento. Si el judeo no existiera, el antisemita lo inventaría.

Ningún dato histórico puede inculcar en el antisemita su antisemitismo. En Francia, la comunidad judea fue oprimida hasta 1789, después participó como pudo en la vida de la nación aprovechando la libre competencia para ocupar espacios, ni más ni menos que los otros franceses; no cometió crimen ni traición contra Francia. El antisemitismo expresa una postura de odio y de rabia no justificado por los hechos. Otros hombres buscan certezas gimiendo, saben que el razonamiento es únicamente probable. El antisemitismo es una certeza, una fe. La frase «odio a los judíos» es de las que se pronuncian en grupo; al pronunciarla se adhiere a una tradición y a una comunidad, la de los mediocres. Para el antisemita la inteligencia es judea; puede, pues, despreciarla con toda tranquilidad como a otras virtudes judeas.

El antisemita huye de la responsabilidad como huye de su propia conciencia, y escoge para sí la permanencia de la piedra. Escoge lo irremediable por temor a la libertad, la mediocridad por temor a la soledad. Necesita la existencia del judeo pues, sin el judeo, ¿ante quién sería superior? Interroguemos a uno de esos jóvenes turbulentos que se juntan para golpear a un judeo en una calle desierta: nos dirá que desea un poder fuerte que lo exima de la responsabilidad de pensar por sí mismo; que adora el orden, pero un orden sin responsabilidad, desea una libertad al revés. La libertad autentica asume sus responsabilidades y la del antisemita proviene de que se sustrae de todas las suyas. Enemigo de los judeos, el antisemita necesita de ellos; antidemócrata, el antisemita florece muy bien en las democracias.

El antisemita teme descubrir que el mundo está mal hecho; en ese caso sería necesario inventar, modificar, y el hombre sería dueño de su propio destino, dotado de una responsabilidad angustiosa e infinita. Por eso concentra en los judeos todo el mal del universo.

El antisemita es un maniqueo: explica la marcha del mundo por una pelea entre el bien y el mal y pone el acento en la destrucción; el bien consiste, ante todo, en destruir al mal. El bien ya está dado, no hay que buscarlo en medio de la angustia, inventarlo, discutirlo pacientemente cuando se lo ha encontrado, probarlo en la acción, verificar sus consecuencias y hacerse finalmente responsable de la elección moral que se ha hecho. El antisemita se ha decidido por el mal para no tener que decidir sobre el bien. Como buscador del mal, el antisemita se lava las manos en la mugre.

Nada comprenderíamos del antisemitismo si no recordásemos que el judeo, objeto de tanta execración, es perfectamente inocente y, me atrevo a decir, inofensivo. Es un ser que, mal preparado para la violencia, ni siquiera logra defenderse. Esta debilidad individual del judeo, que lo entrega de pies y manos a los pogromos, no la ignora el antisemita y se deleita anticipadamente con ello. El atractivo sádico hacia los judeos es tan fuerte que le permite pegarles y torturarlos impunemente; a lo sumo la víctima acudirá a las leyes, pero las leyes son suaves. Destructor por oficio, sádico de corazón puro, el antisemita es, en el fondo de su corazón, un criminal. Lo que desea, lo que prepara, es la muerte del judeo.

Pero aún en su propósito criminal ha rehuido sus responsabilidades. Se sabe malo, pero como supone hacer el mal por el bien, se considera una especie de malo sagrado. Del otro lado del antisemita está el demócrata que proclama la igualdad de todos los seres humanos, no conoce al judeo, ni al árabe ni al negro. Conoce únicamente al hombre, en todo tiempo y lugar igual a sí mismo. Por eso el antisemita y el demócrata siguen hablando sin entenderse nunca, ni advierten que no se refieren a las mismas cosas. Para el antisemita la avaricia judea no es la misma que la avaricia cristiana. En cambio para el demócrata la avaricia es una sola: se es o no se es avaro. De ello se deduce que su defensa del judeo salva al judeo como hombre pero lo aniquila como judeo. Frente al ataque apasionado del antisemita y la tibia defensa del demócrata, parece que al judeo sólo le queda elegir la salsa con la que habrán de comérselo.

El antisemita es un hombre que tiene miedo. No de los judeos, por cierto: de sí mismo, de su conciencia, de su libertad, de sus instintos, de sus responsabilidades, de la soledad, del cambio, de la sociedad y del mundo; miedo de todo, menos de los judeos. Es un cobarde que no quiere enfrentar su cobardía; un asesino que reprime su tendencia al homicidio sin poder refrenarla y que, sin embargo, no se atreve a matar sino indirectamente o en el anonimato de una multitud. Elige la impenetrabilidad de la piedra, la irresponsabilidad del soldado que obedece órdenes superiores (y no tiene un superior). El judeo, para él, es un pretexto; en otros países perseguirá al negro, en otros, al amarillo. El antisemitismo, en resumen, es el miedo ante la condición humana. El antisemita es el hombre que quiere ser peñasco implacable, torrente furioso, rayo devastador; todo menos un hombre.


Publicado por Guido Maisuls
Escritor y Ensayista
Kiriat Bialik, Israel
para » Cartas desde Israel » el 12/30/2009 10:07:00 PM
http://cartasdesdeisrael.blogspot.com/

Un cientifico pretende probar que en la Torah todo está conectado

Por YOCHEVED MIRIAM RUSSO

Todo forma parte de una simple cuestión

«Desde siempre titilaba mi curiosidad: regularmente me preguntaba si el valor numérico de los nombres de los colores que aparecen en la biblia podía tener relación con una frecuencia de onda”, cuenta Haim Shore, profesor de la Universidad Ben Gurion del Neguev. … «Para divertirme he verificado … y aunque podría tratarse de una coincidencia… el nombre hebreo de los colores releja su frecuencia de onda”.

La metodología es sencilla, Shore tomó los nombres de los cinco colores mencionados en la biblia, rojo, amarillo, verde, azul y violeta o magenta. Calculó el valor numérico de sus letras y los reunió en un gráfico en el que la frecuencia de onda de cada color (establecida científicamente) fue colocada en el eje vertical y el valor numérico del nombre de ese color en el eje horizontal.

Los cinco puntos formaron una línea recta. Es decir que la frecuencia de cada color se corresponde con su nombre hebreo.

«Esto me llevó a tomar otras palabras del texto bíblico y el resultado es que el nombre hebreo citado en la biblia se relaciona directamente con las propiedades físicas de la entidad designada. He presentado todo esto en un libro Coincidences in the Bible and in Biblical Hebrew».

Logaritmos y datos de la NASA

No es Guematria, me limito a constatar que “embarazo” vale 271 y que esa es la duración del embarazo.

Shore no pretende decir que se trate de un código bíblico sino de conectar las propiedades físicas con el término hebreo. Por ejemplo los objetos celestes: luna, sol y tierra. “Dice la literatura cabalística que las letras del alfabeto fueron creadas antes de que D. se sirviera de ellas para formar los mundos”. He trazado un gráfico en el que en el eje horizontal coloqué el valor numérico de la palabra hebrea que designa al sol, la luna y a la tierra y en el eje vertical los diámetros indicados por la NASA (en una escala logarítmica. Y los tres puntos se alinean. Una relación matemática rigurosamente exacta habría dado una correccion lineal de “1” y la de estos tres puntos era de 0,999.

Shore no es un iluminado ni un fanático,

“Soy diplomado en el Tejnion en Ingeniería industrial, tengo un master en búsqueda operacional, titulo universitario en Psicologia y Filosofia asi como un doctorado en estadística en la Universidad de Bar Ilan”.

Existe en ingeniería un principio universal según el cual cuando dos series de datos, colocados en orden creciente, unos sobre el eje horizontal y los otros sobre sobre el vertical, y dan una línea recta, ello significa que miden la misma cosa a escalas diferentes.

Shore está fascinado por la conexión entre la terminología biblica en hebreo y la ciencia. Por ejemplo “año” tiene un valor numérico de 355 que es la duración del año judío. U “oreja” que tiene la misma raíz en hebreo que “equilibrio”, cuando hasta finales del XIX no se descubrió su relación con el control del equilibrio. Otra curiosidad es el nombre de Laban (es un personaje de los más amenazantes en el libro del Génesis) que representa la pérdida total de la identidad judía por mezclarlo todo para conseguir que todo y todos fueran idénticos. Laban significa blanco y es el único personaje bíblico que lleva el nombre de un color. Hasta 1666 la ciencia creía como Aristóteles que el blanco era un color básico. A partir de Newton podemos decir simplificando que el blanco es una mezcla de todos los colores. Asi que quien quería mezclarlo todo se llama precisamente Blanco, Laban.

Un solo autor para una Torah única

Según Wellhausen (1844-1918) el Pentateuco no habría sido escrito por Moisés sino que serían tradiciones orales nacidas en una cultura nómada y unidas más tarde. Nombra cuatro fuentes J,E,D y P y les atribuye trozos en función de la terminología empleada o del espíritu del texto. Esta teoría ha sido aceptada durante decenios por la mayoría de especialistas en Biblia.

Con la ayuda de estadísticas Shore y Yehudah Radday han llegado a la conclusión de que el Génesis es homogéneo y por tanto obra de un autor único. Shore analiza entre otros temas el de la Creación. Según el texto el universo es creado en seis días mientras que la cosmología moderna lo data en millones de años. Dice Shore que en el relato la luz fue creada en el primer dia, el cielo el segundo, las aguas y los vegetales el tercero, el sol y la luna el cuarto, el mar y los peces el quinto, Adam y Eva aparecen el sexto al final de la hora 14. Dice Shore que tomó los seis puntos y relacionó cada dia bíblico con duraciones establecidas cientificamente. Por ejemplo, la ciencia establece que las galaxias se comenzaron a formar hace 11,8 millones de años, que el sol y la luna hace 4,5 millones de años… etc. “Inscribi la edad del cosmos en el eje vertical y la cronología bíblica en el horizontal y descubri que formaban una línea recta”

Sería posible que las dos series de datos, la científica y la bíblica, representasen la misma línea temporal expresada en escalas diferentes?. Porque la probabilidad de que se trate de una casualidad es inferior a 0,0021 %.

Shore hoy en dia tal vez no usaría en el titulo de su libro con el término “coincidencia” porque considera extremadamente probable que la información oculta en los términos bíblicos completen los datos científicos que usó en su obra.

Es consciente de jugarse su reputación y dice no afirmar nada sobre D sino sobre la biblia.

Fuente: http://www.juif.org/go-blogs-20281.php