Elementos judíos en un cementerio católico en Bs As
Comentario interesante de un gran amigo J.L a consecuencia de una fotografia que pocos conocerán pero ha llamado la atención del fotógrafo viajero, muy probablemente un turista israelí, cuando la vio nada menos que en un cementerio católico que aloja restos de familias argentinas de prosapia. R.V.
Comenta JL: «Nosotros vivimos dos años en Buenos Aires, no lejos de «La Recoleta». Más de una vez caminamos entre los panteones de la campanuda y antigua necrópolis. Una de las primeras veces, al observar un panteón artísticamente ostentoso, casi caemos de espaldas cuando divisamos, en su pesada puerta doble, un símbolo de tamaño considerable tallado en cobre, símbolo inequívocamente judío que cruza en forma oblicua ambas hojas del portalón en bajorelieve. Es a todas luces la imagen tradicional, tallada y repujada, de uno de los esclavos judíos que lleva a Roma el pesado candelabro de siete brazos, la menoráh, que con otros tesoros y los rollos de la Torá sacó del Templo de Jerusalén el comandante de las legiones romanas, Tito. Con la caída y destrucción de Jerusalén la menoráh fue llevada a Roma y paseada en la procesión de la victoria que se celebró en honor de Tito, suceso que se encuentra tallado en el famoso Arco romano que lleva su nombre.
No sería aventurado suponer que nadie en el mundo, que no fuera judío o no siéndolo expresamente quisiera evocar y resaltar ese lejano origen, haría tallar en la puerta de entrada al panteón familiar la misma talla de la menoráh del Arco de Tito y la haría reproducir escultóricamente en el interior de la tumba familiar.
Nos acercamos al panteón; estaba cerrado. Acertó a pasar por allì uno de los cuidadores, pudimos convencerlo para que nos dejara mirar adentro del panteón. En el interior vimos la escultura que podrán observar en una de las fotografías anexas, con motivo similar al de la puerta.
Concuerdo con quien escribió el texto en hebreo cuando dice que «alguna familia de conversos ha querido realzar sus raíces judías».
El panteón nombrado es el de la familia Anchorena, situado aproximadamente en el centro de La Recoleta. Hay quienes afirman que no obstante otras interpretaciones, el patronímico Anchorena deriva del hebreo anshei = (hombres, o gente) ireinu = (de nuestra ciudad), es decir anshei ireinu = paisanos, coterráneos o conciudadanos. Historias de los conversos en América Central y América del Sur incluyen ese apellido en las listas de patronímicos de judíos sefardíes venidos a América después de la expulsión.
«Cosas veredes, Sancho, que no crederes, transcurridos más de quinientos años de la expulsión de los judíos de España»
fotos originales
http://new.ba-bamail.co.il/View.aspx?emailid=5178&memberid=768770
Jaime Naiflesh agrega más comentarios históricos a lo escrito por JL.
Los judíos entre las naciones
Jaime Naifleisch
Impresionante el panteón Anchorena
Cuando en el 1605, 1625, 1639 la Inquisición española (1569-1820) perpetró en Lima, en el Alto Perú, sus siniestros Auto de fe en América (otros en México) –procesos a descendientes de judíos forzados al bautismo que guardaran alguna relación con el judaísmo– los que no fueron quemados, huyeron al sur del Tahuantinsuyo (el antiguo imperio inca), que más tarde sería parte del Virreinato del Río de la Plata, después de las Provincias Unidas del RdlP, al fin Argentina (con centros en Córdoba y el Tucumán).
Eran gente culta, muchos se decían portugueses para eludir el control español en Lima. En la Península sólo se dejaba marchar a América a los «cristianos viejos», muy pocos cultos entre ellos, porque en España estaban instalados y no necesitaban lanzarse a la aventura.
En el Sur, más lejos de la mano inquisitorial, los que habían llegado a apoderarse de las tierras (todos los guerreros, piratas y contrabandistas habidos) querían casar a sus hijas con esos israelitas, para ennoblecerse y entrar en los clubes de los invasores hispanos ya instalados, los funcionarios, que eran la gente rica, reconocida en la Península, y absorbieron a los –una vez más– fugitivos.
Eso ya había sucedido en la Historia, en otros tiempo-espacios, como cuando los caudillos de tierras próximas al Imperio romano, por ejemplo, mil quinientos años antes, querían ser respetados por Roma, y casaban a sus hijos e hijas con los vencidos judeos del año 70, del 135, dispersos por el mundo antiguo. O cuando Rusia, Austria, Prusia, se repartieron Polonia, Galitzia, la Bukovina… en el s. XVIII, y muchos judíos pasaron a la prosperidad de la administración rusa (los ortodoxos rusos y los católicos polacos no eran judeófobos como los católicos germánicos), y numerosos rusos y polacos casaron con judíos, parte de ellos haciéndose judíos (¿de ahí Naifleisch?).
En el caso que nos ocupa, cambiar el apellido, hispanizarlo, fue parte del contrato de esos judíos hispanos conversos al casar con las hijas de los hispanos viejo-católicos. De allí salieron así mismo vástagos mestizos con indias, que se fueron mezclando (no había píldora, y éste ha sido un proceso natural con indias y negras). Por eso hay colores sospechosos, «cabecitas negras», entre los amos norteños.
Ahí nace la estirpe de los dueños de ese Norte argentino, un par de generaciones después, o tres. Los que lucharon contra las tropas españolas enviadas por la unión europea de la época, la de 1816, para aplastar la independencia criolla (como Güemes)… los que otros cien años después, ya en 1900, serían en gran parte clericales antisemitas, enemigos de la «sangre» hebrea, e invasores antiininmigrantes, y antiizquierdistas en las ciudades del país.
Si, puede que los Anshei ireinu o Anchorena hayan sido de la partida. Y quizá los Patrón Costas, entre tantos otros.
Suele decirse «no tienes más que sacudir el árbol de cualquier cristiano y verás caer ancestros judíos». Pero también es cierto que no tendrías más que sacudir el árbol de cualquier semita… y verías caer de entre sus ramas eslavos, asirios, germanos, aymaras, beduinos, catalanes, magyares, diaguitas, galos, arábigos, hispanos… andá a una sinagoga y verás la mezcla.
Ay de los bobitos que se creen lo de las «razas» y se hacen racistas. La judeidad, sin ir más lejos, está en otro sitio. ¡Y no digamos el judaísmo!
fotos originales
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