Januca, la Fiesta de las Luminarias

Januca comienza el 25 de kislev (generalmente diciembre), y conmemora el triunfo de los judíos, dirigidos par los Macabeos, sobre los gobernantes griegos (164 A.E.C.): la victoria física de la pequeña nación judía contra la poderosa Grecia y la victoria espiritual de la fe judía frente al helenismo de los griegos.

Su santidad deriva de este aspecto espiritual de la victoria, y el milagro de la jarra de aceite, en el que una porción de aceite de oliva sacramental que debía mantener encendido el candelabro del Templo durante sólo un día alcanzó para ocho, cuando el templo fue nuevamente consagrado.

Januca se observa en Israel, al igual que en la diáspora, durante ocho días. El rasgo central de esta fiesta es el encendido de velas cada noche – una la primera, dos la segunda, y así sucesivamente – en conmemoración del milagro del templo.

El mensaje de Januca en Israel se centra especialmente en los aspectos de la soberanía restaurada; costumbres ampliamente practicadas en la diáspora, como el otorgamiento de regalos y el dreidl (pirinola o peonza), también se celebran en Israel. Los lados de la pirinola están marcados con iniciales hebreas que representan el mensaje «un gran milagro ocurrió aquí»; en la diáspora, las iniciales se modifican por «un gran milagro ocurrió allí».

Es fiesta escolar pero no laboral.

La festividad de Shavuot

Ruth y Noemí

Ruth y Noemí

Por Moshé Korin

Shavuot forma, junto con Pésaj y Sucot, el conjunto de festividades llamado «Shlosh Regalim» (las tres Fiestas de Peregrinación), ya que en las fechas citadas los Hijos de Israel debían hacerse presentes en el Templo de Jerusalem.
Las tres guardan relación con las labores agrícolas. Shavuot se menciona en el Pentateuco (Torá) como la Fiesta de las Primicias o Fiesta de la Maduración (Jag Habikurim), en la que el agricultor lleva como ofrenda los primeros frutos del año.
Actualmente en Israel, las ofrendas (Bikurim), se entregan, con un fervor festivo muy particular, al Keren Kayemet Leisrael (el Fondo Agrario de la Organización Sionista).

Las siete semanas entre Pésaj y Shavuot constituyen un período de intensa y difícil labor. Es el tiempo de la cosecha. Por ello, a Shavuot se la llama también Jag Hakatsir (Fiesta de la Siega). Su sentido más profundo no es la alegría por el mero acto de cosechar, sino por las leyes que rigen esas tareas.

La tradición judaica no admite la posibilidad de que el hombre quede absorbido totalmente por su labor, que se convierta en esclavo de la naturaleza. La Torá establece que es un deber observar el Shabat en la época en que se trabaja el campo. «Seis días trabajarás y en el séptimo descansarás y dejarás de arar».
Para que el hombre, agotado por su tarea, no olvide cuándo cae el Shabat, la Torá ordena calcular los días y semanas entre Pésaj y Shavuot. «Siete semanas contarás desde el comienzo de la labor de la guadaña en la mies». «Cada séptimo día se debe interrumpir la tarea y al contar siete semanas se celebra Shavuot.

De esta manera, Shavuot se ha constituido en un símbolo de la libertad del trabajador. No es la naturaleza la que determina las leyes de la cosecha y del trabajo, sino el hombre.

Las leyes de la cosecha se han ocupado no sólo del trabajo y del descanso, sino también de la relación y la actitud del hombre hacia el resultado del trabajo y su pertenencia.

El enfoque judío tradicional de este problema posee rasgos muy especiales: El hombre expresa su agradecimiento llevando al Templo los primeros frutos del suelo, como ofrenda.
De importancia aún mayor era otra costumbre: para que la gente pobre y el extranjero («guer») residente en el país pudieran obtener su parte de los frutos del campo, se determinó que todos los trabajadores dejaran sin cosechar una franja en los límites del campo («peá»), no volvieran a recoger las espigas caídas («léket») ni las que hubieran quedado olvidadas («shijejá»).

Así, los mandamientos de hermandad y solidaridad están presentes también en las leyes que rigen la cosecha.

Shavuot tiene otros nombres

En el Talmud se menciona como la Fiesta de la Conclusión («Jag Haatzéret», encuentro festivo de multitudes del pueblo), dado que el 6 del mes de Siván concluía la festividad de Pésaj.

De acuerdo con la tradición, Shavuot, es la fiesta de la Torá: «Zman Matán Torateinu» (tiempo de entrega de la Torá), cuando el pueblo se congregó frente al monte Sinaí sometiéndose a leyes de moralidad y convivencia modelo para la humanidad.

Cómo se festeja
La festividad de Shavuot ha quedado un tanto discriminada.
Su duración es de tan sólo dos días (en Israel uno) y no tiene símbolos exteriores, tales como la cena de Pesaj (seder), la cabaña de Sucot (sucá), y el candelabro de 9 brazos de Januca (janukiá): es decir, todo lo que da color a otros días festivos.

Productos lácteos
En Shavuot se acostumbra ingerir alimentos lácteos. La tradición popular lo explica de diferentes maneras:
—Con la Torá, los judíos recibieron las leyes de «cashrut» (alimentos que cumplen con los preceptos del judaísmo) y, en consecuencia, los utensilios que habían utilizado hasta ese momento debían adaptarse a las nuevas exigencias. Como no pudieron hacerlo inmediatamente porque era Shabat, entretanto comieron alimentos lácteos.

—Paar los cabalistas, la palabra «jalav» (leche) tiene el valor numérico de 40, y simboliza los 40 días que Moshé pasó en el Monte Sinaí estudiando la Torá que sería entregada a los judíos en Shavuot.

—Moshé fue rescatado de las aguas del Nilo por la princesa egipcia el 6 de Siván, día de Shavuot. Se recuerda el mérito de Moisés por haberse negado a recibir alimento hasta que se encontró una nodriza judía (su propia madre Iojéved).

—La leche es símbolo de pureza y además es alimento para infantes. Su ingestión simboliza que no importa lo mucho que se haya estudiado Torá: siempre se es como un niño ante lo que queda por aprender.

«Tikún Leil Shavuot»
En la noche de Shavuot los judíos ortodoxos suelen mantenerse despiertos toda la noche y ocuparse del estudio de la Torá. Ésta es una tradición y, según el «Zóhar» (libro fundamental de la Cábala), los primeros «jasidim» se mantenían esa noche en vigilia estudiando las Sagradas Escrituras. Se desconoce cuándo y dónde, exactamente, comenzó el «Tikún» ni cómo adquirió su nombre. Pero el primer registro es del siglo XVI en la ciudad de Tzfat (Safed).
En base a esta costumbre se escribió el libro «Tikún Leil Shavuot», una recopilación de fragmentos del «Tanaj» (Biblia), el Talmud y el «Zóhar».
El «Tikún» se divide en trece partes y después de cada una se dice el «Kádish Derabanán» (oración de «Kádish» común, sumada a otra oración con la que se honra a los sabios de Israel).
Hasta hoy en día es tradición, la primera noche de «Shavuot», reunirse y estudiar temas de dicha fiesta. Y en la mañana de la festividad, con el rezo suplementario llamado «Musaf», se leen las «Azkarot», cánticos acerca de los 613 preceptos del judaísmo («Mitzvot»).

La idea de Shavuot
La festividad de la cosecha no debía ser celebrada sólo por los que poseían campos: «Y te alegrarás ante tu Dios, tú y tu hija y tu servidora y tu esclavo y el levita que está morando en tus predios y el extranjero y la viuda».
La idea de «Shavuot» podría condensarse en el humanismo: el ser humano que ejerce su control sobre la naturaleza; esto expresado en el trabajo, en las leyes laborales, en la manera de vivir.
«Shavuot» es el símbolo de la «Torá» y el trabajo, de una «Torá» que enaltece al trabajo y de una manera de vivir que se purifica mediante las leyes.

La educación judía comienza con los días sábado y las festividades. Los días festivos ocupan un lugar de importancia en la vida familiar. No son sólo días de buen pasar y de descanso, sino también días de estudio.
El motivo central de todas las festividades judías es la renovación: un nuevo comienzo.
En «Shavuot» se renueva el drama del Sinaí: estamos recibiendo la Torá, nos estamos convirtiendo en judíos. Por eso en Shavuot se da lectura al Libro de Ruth, que es el texto bíblico de los «Guerim» (de los que se están convirtiendo al judaísmo).

El libro de Ruth
Es la historia de una familia judía. En cierto momento de la historia hubo una hambruna en la Tierra de Israel, era la Época de los Jueces, y un hombre llamado Elimélej, junto con su esposa Noemí y sus dos hijos, abandonaron el poblado de Bet Léjem (Belén), en Judea, y se asentaron en los campos de Moab.
En ese país extranjero falleció Elimélej. Sus dos hijos se casaron con mujeres moabitas, y luego de vivir allí unos diez años, también ellos murieron. Noemí, entonces, tomó la decisión de emprender el retorno a Judea. Habló con sus nueras: «-¿Para qué váis a venir conmigo a un país que os es ajeno? Volved con vuestras familias e id en busca de vuestra suerte y felicidad en vuestro propio país…»
Una de ellas, Orpá volvió a su tierra natal, mientras que la otra, de nombre Ruth, no quiso separarse de Noemí: «Donde vayas tú iré también yo y donde tú pernoctes, pernoctaré yo. Tu pueblo es mi pueblo y tu Dios, mi Dios. Donde tú mueras, moriré yo y ahí encontraré mi lugar de descanso. Juro por Dios que tan sólo la muerte nos separará».
De esta manera, Ruth abandonó su país y su pueblo y se unió al pueblo de Israel. Ruth encontró en la tierra de Judea su felicidad y su hogar. Se casó con uno de los familiares más cercanos de su extinto esposo: Bóaz, como era la costumbre, y fundó una familia en Israel. Su hijo, Oved, fue el padre de Ishái, padre, a su vez, del Rey David.

La historia tiene dos protagonistas: Ruth y Noemí. En un país extraño, la solitaria Noemí logró preservar las costumbres del pueblo de Israel. Las cuidó con tanto amor, que también su nuera se convirtió en hija fiel de ese pueblo.
Noemí no predicó el judaísmo. No se ocupó de la propaganda religiosa. No obstante, toda su vida fue la mejor propaganda para el Dios y el pueblo de Israel. Ruth, al seguirla, se convirtió en hija espiritual de Noemí, reconfortándola por la pérdida de su esposo y de sus hijos.
Cuando Ruth fue madre, Noemí se ocupó de la crianza de su hijo, diciéndoles a sus vecinas: «nolad ben leNoemi» (le nació un hijo a Noemí). El niño de Ruth fue también hijo de Noemí, puesto que Ruth era su «hija».

NOSOTROS, LOS ISRAELIES

LEER ANTES DE OPINAR Y JUZGAR!!
Israel

Para que sepas…

Para que sepas, ciudadano del mundo, antes de atacar a Israel y a los judíos, diciendo que somos «brutales», o que no tenemos sentimientos.

Antes de que envíes otro correo electrónico diciendo lo problemáticos que somos los israelíes…

Antes de que insistas que nosotros somos los malos, y los otros
débiles y desposeídos…

Sería interesante que sepas lo siguiente:

Cuando tú nacistes, salistes de la maternidad con tu familia, flores y regalos.
Los bebés en Israel, salen con un equipo antigas.

Cuando tú aprendes en el jardin de infantes a dibujar y pintar,
los niños en Israel aprenden la manera más rápida posible de llegar a los refugios en caso de alarma.

Cuando tú festejas las fiestas de tu país, en Israel festejamos que no pudieron exterminarnos durante 2000 años.

Cuando tú rezas por el alma de algún familiar o amigo muerto,
nosotros rezamos por seis millones de personas que fueron muertos por el solo hecho de ser judíos.

Cuando a los 18 años tú entras a estudiar a la universidad,
los Israelíes se enrolan en el ejército, y no todos llegan a festejar
el 20º cumpleaños.

Cuando tú preparas tus vacaciones en el exterior y buscas dónde hay mar o montañas para disfrutar, nosotros averiguamos primero si no es peligroso, desde el punto de vista de la seguridad personal.

Cuando tú construyes una casa con una habitación de juegos,
nosotros estamos obligados por ley a construir una habitación refugio contra bombas.

Cuando tú entras a un restaurante o cine, te recibe un maitre o un acomodador, a nosotros nos recibe un guardia de seguridad que revisa que nadie intente suicidarse con una bomba y mate inocentes.

Cuando viajas en autobús, miras con recelo a los demás pasajeros, para ver si hay alguien sospechoso de ser terrorista.

Cuando en la última guerra que recuerdan en tu país participó tu
abuelo de 87 años, un Israelí de 40 ya participó en 4 guerras.

Pero, ésta es la realidad de Israel y nunca nos quejamos, como tampoco pedimos jamás que nos tengan lástima.

Hubo un tiempo en que pensamos que se podía hacer la Paz con nuestros vecinos, pero, cuando dirigentes en pleno siglo XXI, siguen diciendo que hay que echar a los judíos al mar, parece que no queda más remedio que seguir viviendo todavía mucho tiempo con estas realidades.

Por lo tanto, cuando estés sentado en tu casa, en tu pacífico y
hermoso país y, de vez en cuando escuches o leas noticias sobre Medio Oriente, no intentes siquiera pensar que de verdad sabes lo
que ocurre por estos lares, quién tiene razon y cuál es la verdad.

Y, si por casualidad estás interesado en saber un poco más, te invito a vivir aquí, en Israel, un tiempito y después hablamos.

Un abrazo y reflexiona.

Fuente: desconozco el autor

Un goy de Shabat, en Brooklyn

Excelente relato de un gentil (no judío) sobre su experiencia con la comunidad en un barrio en el cual él era «goy» y acostumbraba a echar una mano a los ortodoxos judíos de su época los Sábados.

La nieve llegó a principios del invierno de 1933 cuando nuestra gran familia cubana se mudó a Williamsburg, en Brooklyn. Yo tenía diez años. Nosotros éramos los primeros de habla hispana en llegar al lugar, y nos acomodamos más o menos fácilmente en aquella vecindad multitudinaria y multicultural. Rápidamente comenzamos a aprender un poco de italiano, algunas palabras en griego y polaco, mucho idish y sin perder nuestro pronunciado acento en inglés. La primera vez que oí la expresión «Ya viene Shabat» fue cuando el Sr. Rosenthal rechazó abrir la puerta de su tienda de alimentos en la avenida Bedford. Mi madre me había enviado con una moneda de diez centavos para comprar un par de calcetines negros para mi padre.

En aquel tiempo, los hombres usaban sobre todo negro y azul marino. El marrón y el gris eran de algún modo especiales y costaban más. El Sr. Rosenthal estuvo de pie detrás de la puerta cerrada, de brazos cruzados, mirándome aireadamente a través del grueso vidrio mientras una nevada pesada y la oscuridad comenzaron a caer un viernes por la tarde. «Ya cerramos», dijo el Sr. Rosenthal sacudiendo su cabeza, «¿Qué no ves que ya viene Shabat? ¡No insistas! ¡Vete a tu casa!». Yo podía sentir la fría humedad que cubría mi cabeza y pensé que Shabat era la palabra judía para la nieve. Mi percepción errada acerca del Shabat no duró mucho tiempo, ya que la cultura dominante del área pronto se hizo evidente; los gentiles eran la minoría. De ahí en adelante, como Shabat venía con su regularidad inmutable y la tradición judía llenaba la vida de la vecindad, me di cuenta de cómo tantas actividades humanas, generalmente normales en cualquier día de la semana, cesaban, y un silencio palpable, una agradable tranquilidad, caía sobre todos nosotros. Fue entonces cuando las familias con alguna necesidad urgente en Shabat enviaban a alguien para «traer al muchacho de habla hispana lo más rápido posible». Ese era yo. Justo a tiempo, dejé de ser anónimo y me hice llamar Yussel, a veces Yuss o Yussele.
Y así comenzó mi vida como un «goy» de Shabat, voluntariamente haciendo tareas para mis vecinos los viernes por la noche y los sábados: prendiendo las estufas, haciendo mandados, consiguiendo recetas médicas para los ancianos, alimentando calderas a carbón, prendiendo o apagando luces, y limpiando la nieve y el hielo de aceras resbaladizas. Haciendo todo lo que le fue prohibido al judío hacer en Shabat, por su código religioso.

(Gracias a mí, toda mi familia se había convertido en adicta a la pastelería judía) Las tardes del viernes eran especiales. Yo iba a pie a casa desde la escuela asaltado por el rico aroma que emanaba de las cocinas judías, que preparaban aquella tarde el menú especial para Shabat. Para ese entonces, yo había logrado una lista de «clientes» estables, de familias judías que dependían de mí. Las calderas, en particular, demandaban una atención permanente durante los inviernos helados de Brooklyn. Me estremezco recordando los vientos brutalmente fríos que soplaban desde el este. Las ansias subían a medida que pensaba en las comidas caseras calientes que yo traería a casa esa noche después de que mis rondas de Shabat terminaran. Gracias a mí, toda mi familia se había convertido en adicta a la pastelería judía. ¿Yo? Todavía soy adicto a la torta marmolada, la jalvá y a las cremas de huevo. Recuerdo como si fuera ayer cómo descubrí que los judíos eran las personas más inteligentes del mundo.
Como verás, en nuestra casa cubana a todos nosotros nos gustaban los extremos de los panes y, para mantener la paz, mi padre siempre decidía quien los obtendría. Una noche áspera de invierno fui recompensado por mis diligencias con un pedazo caliente de jalá de Shabat (nosotros le decimos «santa») y me di cuenta de que ¡fui testigo de algo genial! ¿Quién más podría haber inventado un pan que maravillosamente tuviera finales por todas partes – y que alcanzara para cada uno de los integrantes de una familia numerosa? Había un aspecto «Internacional» en mis años de adolescente en Williamsburg. La familia Sternberg tenía dos hijos que habían luchado en la Brigada Abraham Lincoln en España. Cada vez que nosotros conseguíamos su atención, ellos nos hechizaban con cuentos de aventuras arriesgadas que pasaron en la Guerra Civil Española. Estos veteranos de guerra de aproximadamente 20 años de edad también nos mostraron una nueva forma de pensar, que incluía ideas humanas tales como «De cada cual según su capacidad y a cada cual según su necesidad». En retrospectiva, esta exposición inocente a una filosofía diferente fue el punto de partida de un viaje que también incorporaría el concepto de Tzdaká en mi guía personal al mundo.
En la época que los historiadores más tarde llamarían la Gran Depresión, un níquel era mucho dinero y su poder económico podía comprar una nueva Spaldeen, el nombre local que le dábamos a una pelota de goma rosada que en ese entonces era producida por la Empresa Spalding. La famosa Spaldeen era crucial en nuestros juegos infinitos de la calle: pegarle con un palo como en el béisbol, con la mano contra la pared o simplemente con los pies. Una tarde de verano nuestras fantasías adolescentes convirtieron a nuestro barrio en un estadio repleto, y a uno de nosotros en el bateador estrella, bateando una pelota con efecto que ganó el campeonato. Realmente pensamos que ganamos, lo juro. Nuestros vecinos, mágicamente se transformaron en espectadores que alentaban desde sus ventanas de color marrón, y fueron testigos de una versión única de béisbol de las grandes ligas. Mi ocupación como Goy de Shabat llegó a su fin luego de Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941. Me retiré del Colegio de Brooklyn al día siguiente y me uní al ejército estadounidense. En junio de 1944, el cuerpo aéreo del ejército me embarcó a casa después de volar sesenta misiones de combate sobre Italia y los Balcanes. Yo estaba abrumado al enterarme de que varios de mis amigos judíos y vecinos habían puesto un lugar para mí en sus mesas cada Shabat a lo largo de toda mi ausencia, incluyéndome también en sus rezos. ¡Qué mitzvot! Mi regreso a casa fue acompañado por maravillosas invitaciones a cenar. ¿Puedes imaginarte el efecto luego de 22 meses de raciones de comida del ejército?
(Yo había aprendido el significado de la amistad, de la lealtad, del honor y del respeto.) A medida que mi vida de post Segunda Guerra Mundial se desarrolló, la naturaleza de la asociación que yo había tenido con las familias judías durante mis años de formación se hizo más clara. Yo había aprendido el significado de la amistad, la lealtad, el honor y el respeto. Descubrí la obediencia sin el servilismo. Y la preocupación por todos los seres vivos se había hecho tan natural en mi vida como la respiración. El valor de una ética de trabajo fuerte, con dedicación y sentido se hizo manifiesto. El amor por el estudio floreció y comencé a fijar metas más altas para el desarrollo de mis habilidades, y objetivos más elevados para futuras actividades y sueños. Nada de esto fue el resultado de una educación formal; mi escuela judía había sido la vecindad.
Aprendí estas cosas, las absorbí mejor dicho, por la asociación y los modelos a seguir, por haber hecho siempre una pregunta curiosa, y a través de lo que los educadores llaman «el estudio incidental» en el crisol de Williamsburg previo a la Segunda Guerra Mundial. Parece ser que las enseñanzas más importantes de la vida, se adquieren de esta manera. Mientras el hogar cubano de mis padres me abrigó con un cálido e íntimo afecto, y aseguró mi bienestar y mí autoestima, el grupo de familias judías que conocí y ayudé en el Williamsburg de los años 1930 fue una tribu adoptiva que incitó mi rito adolescente de paso a la adultez. Uno podría incluso decir que nosotros habíamos experimentado una clase especial de Bar-Mitzvá. Yo no podía explicar entonces el concepto de tikun olam, pero comprendí a medida que iba madurando cuan bien fui orientado, a través de la experiencia judía, a vivirlo y aplicarlo. Qué visión verdaderamente elevada de la vida te da el estar motivado «a reparar el mundo».

En estos años de vejez cuando de vez en cuando le dicen a mi esposa «Tu marido es un hombre divertido», soy consciente de que mi humor tiene sus raíces en el teatro idish de la Segunda Avenida, los comediantes judíos en los hoteles de verano, y sus muchos imitadores. Y, cuando discuto sobre temas de derechos humanos o civiles y me advertien de que pongo demasiado fervor, recuerdo como la jutzpá primero floreció sobre las aceras de Williamsburg, compitiendo por avellanas con fuertes niños que llevan peyes y kipot. A lo largo del camino jugué ajedrez y frontón, aprendí a practicar la esgrima, a escuchar a Rimsky-Korsakov, comí castañas tostadas, leí a Maimónides y estudié también a Saúl Alinsky. Estoy absolutamente agradecido por haber tenido la oportunidad de ser un Goy de Shabat.

Mercado Medieval de las tres culturas

Sefarad Aragón

Sefarad Aragón

Rincón judío

A cargo de A.C. Sefarad Aragón

Sefarad Aragón solicita voluntarios para esta actividad.

El jueves 4 de junio por la tarde entre las 18:30 y las 21h y el viernes de 10:30 a 12:30 necesitan ayuda para transportar cosas, montar y decorar el rincón, inaugurar, etc).

Los que estén disponibles escribirles especificando si disponen de coche.

Mercado Medieval de las Tres Culturas

Mercado Medieval de las Tres Culturas

Talleres:

Viernes de 18.00 a 19.30 – Caligrafía Hebrea

(Los propios participantes escribirán con plumilla su nombre en hebreo)

Viernes de 20.30 a 22.00 – Peonza

(Los propios participantes harán una peonza de papel)

Sábado de 18.00 a 19.30 – Colgantes

(Los propios participantes harán un colgante con símbolo judío en barro)

Sábado de 20.30 a 22.00 – Tu nombre en hebreo

(Escribiremos el nombre de los interesados en hebreo)

Cuenta cuentos

Sábado y domingo de 12.00 a 12.30

Ambas actividades serán en esquina C/Maundir con C/Sepulcro

Sábado a las 23.30

Taller exhibición de Bailes judíos

Pza. San Bruno

SALOMON BEN ADRET

Menorá en la Sinagoga Shlomó ben Adret en el Call de Barcelona

Menorá en la Sinagoga Shlomó ben Adret en el Call de Barcelona

SALOMON BEN ADRET

Rabino judío, jurista, cabalista y antirracionalista. Nacido en Barcelona, en 1235. Se oponía a que se enseñase la filosofía griega y las ciencias a personas demasiado jóvenes, y a la interpretación alegórica de la literatura rabínica. Entre sus actividades escribió numerosas responsas, comentarios jurídicos al Talmud y a diversos aspectos al derecho judío: «Torat babayit ha-kaser» y «Abodat ha-godes». Murió el año 1310.

2ª Trobada Poètica internacional

2a Trobada de Poesia a Lleida
2a Trobada de Poesia a Lleida

Participaré leyendo dos poemas de Batia Hetzilevich, mi mamá:

Oda a Jerusalen y Vieja España.
13 de junio

Oda a Jerusalén

No me atrevo a cantarte, Jerusalen,
es tan pequeña mi pluma…
Eres palpitante rosa abierta
en las colinas de Judea,
que en su amurallada soledad
resplandece de belleza.
Verdes pinos,
altos cipreses
y prietos olivares
serpentean
en las montañas doradas
y sobre la blanca piedra.
Vía Dolorosa,
minaretes moros;
un muro secular,
la Torre de David,
la cúpula de oro,
y el aura de Cristo, Moisés y Mahoma
planeando en su entorno.
Iglesia de la Adormición,
muralla de las Cien Puertas

“Un aire fresco de montaña,
y aroma a pinos,
que con el viento de la tarde
forma sonidos…”
(Naomi Shemer)

por donde vendrá el Mesías;
sobrecogedor camino
de oxidados esqueletos
flanqueando el acceso,
y de la joven sangre vertida
recordando el precio.
“Conozco una ciudad
que se transformó en luz…”
Así cantaron tus poetas
exaltando tu virtud.
Yo no me atrevo a cantarte, Jerusalen
y en tus sinuosas callejas,
ebria de esplendor y gloria
mi arpa, transida, se queja:
“Si te olvidare, Jerusalen,
que Dios anule mi diestra…” (Salmos)