Reflexiones de Josep Pla en el Israel de 1957

Israel
La integración del país: el hebreo


La resurrección de una lengua
—traducción mecánica de Internostrum

Decíamos en un capítulo anterior que la causa que explica el establecimiento con raíces de los judíos en Israel ha sido la política del agua, es decir, la proyección sobre un país abandonado, erosionado y estéril, de mils de kilómetros de conducciones para hacer llegar el agua hasta dónde el caudal, el dinero y el tiempo han permitido; ya se han obtenido grandes resultados. La zona de Galilea, las llanuras costeras del espacio central, donde se encuentra Tel Aviv, podemos afirmar que tienen resuelta la cuestión del agua. Ahora va llegando a la boca del desierto del Nègueb, portada desde el Iarkon, sito más de cien kilómetros al norte del rodal que se está colonitzando en los momentos presentes. El agua va bajando cabeza al sur y llega ya al desierto, vagamente poblado de tribus de beduinos que divaguen con sus tiendas de telass negras y las caravanas de asnos y camellos. Donde llegan las conducciones y se consigue alguna forma de humus, la tierra empieza a verdear rápidamente. Este trabajo se ha podido hacer, se hace y se seguirá haciendo a base de un esfuerzo enorme. Es la obra del idealismo, del sacrificio del espíritu de Israel. Esta obra equivale a una tensión colectiva que no tiene demasiados precedentes en el ámbito de la tierra. Lo repito: Israel es un país pequeño, pero es una cosa importantísima.

Pero ésta es una explicación material del fenómeno de la nación judía. Es seguro que hay algo más que explica este renacimiento. Israel está poblado hoy por un material humano procedente de sesenta y dos o sesenta y tres países y tres continentes de la Tierra. Todos y cada uno de estos elementos llegaron aquí con sus costumbres ancestrales, a veces muy esfumados, y con sus costumbres superficiales, a veces fortísimas. Traían su manera de ser, hablando casi siempre la lengua de su país de origen de su procedencia inmediata y a veces conociendo el idish. Se creyó indispensable dar un denominador común a la expresividad de esta gente diversísima. Es decir: desde un principio, uno de los peligros más grandes por los que pasó esta nación fue la posibilidad que se convirtiera en una nueva tierra de Babel. Existía el peligro que la población entrara en un confusionismo galimatiásico y que no pudiera dialogar, que no pudiera integrarse y fundirse.

Es notoriamente evidente que, en la formación de este denominador común, la creación del nuevo Estado fue un factor muy positivo. El germen del Estado de Israel fue la Agencia judía Internacional (Jewish Agency). Cuando el Estado fue establecido, los cuadros de este enorme organismo de la diáspora, los directivos de la Agencia judía, pasaron a ser los directivos del Estado incipiente. Así, Weizmann, el célebre químico, fundador de la Agencia en Zurich, fue el primer presidente del Estado de Israel. Ben Gurion, que el 1948 era presidente de la Agencia, pasó a ser el primer presidente del Consejo en cierto modo automáticamente. Moshé Sharet, encargado de las relaciones públicas de la Agencia, aconteció el primer ministro de Asuntos Exteriores, etcétera. El que ha hecho Israel, el que hace Israel y el que hará Israel es la Agencia judía. En este organismo hay el espíritu, la clase dirigente, la pasión, la iniciativa, el dinero ­­­-la fuerza, el impulso y la convicción granítica. La Agencia judía y el Estado de Israel son dos cosas diferentes, pero en realidad son la misma cosa actuando paralelamente y dentro una ensambladura perfecta. La dirección de la Agencia judía surge del Congreso Sionista Internacional, que se reúne una vez cada cuatro años en un lugar u otro de la tierra: el Fondo Nacional Judío, el Movimiento por la Unidad de Israel, no son más que organismos amalgamados y dependientes de la poderosa Agencia judía. El centro general de este organismo se encuentra, naturalmente, en los Estados Unidos.

Ahora bien: cuando los cuadros de la Agencia judía pasaron a convertirse en los del Estado de Israel, se pudieron poner a funcionar enseguida y con gran eficacia, no solamente por su valor intrínseco, sino porque tuvieran la fortuna de heredar la administración dejada por los ingleses al acabar su mandato de Palestina. No es paso tan fácil de crear una administración útil y productiva, puntual e inteligente. Los ingleses dejaron los fundamentos de una excelente administración en este país impregnada del espíritu de las magníficas instituciones publicas de Inglaterra, y el sistema fue heredado por los nuevos gobernantes. Para el Estado incipiente tuvo un valor inapreciable. El impulso estaba dado, las paredes maestras estaban construidas, y no hizo falta sino continuar, seguir, perfeccionar. Israel no tiene constitución escrita… como Inglaterra. Israel es un país basado en el habeas corpus y el respeto legal a la persona humana… como Inglaterra. Israel es un país parlamentario, de equilibrio de poderes y, por lo tanto, de limitación de poderes… como Inglaterra. Israel tiene una administración pública responsable, una estructura judicial, una policía bien pagada, eficiente, no corrompida… como Inglaterra. La moneda inglesa es la libra esterlina.., la moneda israelí es la libra israelí. Todos estos factores decisivos y todo lo que gira alrededor es lo que, a través del mandato en liquidación, heredó Israel del Reino Unido. Considerable herencia.

Añadiré —sin que esto prejuzgue que más adelante hablemos de la cuestión— que la inmensa mayoría de militares que hoy tienen de treinta y cinco a cuarenta y cinco años han servido como oficiales o como soldados en el ejército inglés de la última gran guerra, sobre todo en el VIII ejército del general Montgomery en África, en Italia y en la invasión de la Europa central. El ejército israelí no es, pues, una improvisación: es una fuerza probada y cierta, que posteriormente ha sido perfeccionada de una manera considerable.

En los últimos tiempos del mandato, las relaciones anglo-judías se deterioraron por exceso de equívocos y por la preponderancia de los intereses proárabes y de los de las grandes compañías petrolíferas del Próximo Oriente, en el Foreign Office. Esto llevó a las organizaciones judías clandestinas —la Haganah— a cometer actos de gran violencia contra los ingleses. Las dos fuerzas lucharon enconadamente. No creo, sin embargo, que el pueblo judío esté dominado por el complejo antiinglés. Son dos pueblos que pueden estar momentáneamente separados por los intereses; tienen, sin embargo, ideales lo suficientemente paralelos para comprenderse. En Israel, le han dolido, ciertamente, los errores que atribuyen a Mr. Eden y a Mr. Bevin.Es necesario reconocer, en todo caso, que la posición inglesa era endemoniadamente difícil. Contentar a  todo el mundo es difícil —quizás imposible. Cuando los judíos afirman que los errores aludidos han contribuido a rebajar la influencia inglesa en esta parte del mundo, quizás aciertan. Ya veremos si la potencia americana caerá en las mismas dificultades, cosa difícil teniendo en cuenta la influencia judía en los Estados Unidos.

La disgresión ha sido larga. Nuestra intención, en este capítulo, era de demostrar que la creación del Estado de Israel, como organismo eficiente, contribuyó poderosamente a escamotear, desde el primer momento, el peligro de la torre de Babel. Se considera, sin embargo, que el Estado como factor de integración habría llegado a resultados puramente mecánicos si no se hubiera producido al mismo tiempo la aparición de un factor espiritual decisivo: la resurrección de la lengua hebrea como lengua del país.

El hebreo contra Babel

En el curso de los siglos, la lengua hebraica se fue perdiendo y acabó por morirse, no solamente en la diáspora, sino en el pequeño núcleo judío que continúa viviendo en Palestina, bajo los sucesivos dominadores. Era una lengua más muerta que el latín. Sólo una parte de las autoridades religiosas (el Rabinato), los eruditos judíos (Spinoza sabía la lengua y escribió una gramática) y no judíos, los hebraitzants y algunos poquísimos escritores se mantuvieron fieles a la antigua lengua. Para el pueblo, el hebreo no tenía ni vida, ni significación, ni sentido.

En el momento de la creación del Estado, la situación lingüística era, aproximadamente, como sigue: el hebreo era una lengua muerta. Los judíos diseminados por todo el mundo hablaban, claro está, la lengua de su país de residencia: en Inglaterra, en los Estados Unidos y en Canadá, el inglés; en Francia, el francés; en Rusia, el ruso; en Polonia, el polaco; en Buenos Aires, el argentino, etcétera. Sobre las masas, sin embargo, más o menos itinerantes de la diáspora se habían formado dos enormes manchas lingüísticas que se han mantenido a través de los siglos. Los judíos sitos en el área de las lenguas hermano-eslavas hablaban, además del lenguaje del país de su residencia, el idish, que es el alemán medieval corrompido por la presencia de una gran cantidad de palabras eslavas. Esta manera de hablar era utilizada a groso modo, principalmente, por los judíos ashquenasitas. Los judíos de cabellos negros, morenos y de ojos oscuros, los sefarditas, hablaban, además de la lengua del país de su residencia, el ladino, que es el castellano arcaico corrompido por una gran infiltración de voces italianas, griegas, turcas, árabes, balcániques (rumanas, búlgaras) y de la lengua franca del Mediterráneo, el catalán incluido. No podría decir qué situación de decadencia representa el idish porque no conozco esta lengua. Es el lenguaje de la mayor gran parte de los judíos americanos de Nueva York. Sobre esta lengua hay un movimiento literario, de poesía y de teatro, del más grande interés. El número de periódicos que salen, sobre todo de los EE.UU., en esta lengua es considerable. De todas maneras, hay quien sostiene que el estado de este idioma es confuso, precario, excesivamente limitado a un particularismo estrecho y muy corrompido.

Puedo decir, en cambio, algo sobre el estado en qué se encuentra el ladino, porque estos últimos días he leído todo lo que me ha caído a la mano en este galimatías, sobre todo las dos publicaciones trisemanales que salen en este país: La Verdad y El Tiempo. Estos periódicos me han producido una impresión lastimosa, lamentable. No se trata solamente de una forma expresiva de aluvión, formada por una lengua básica —el castellano de la época de expulsión de los Reyes Católicos— a la cual se han añadido palabras de otras lenguas hasta sumergirla en el caos. Lo que ha desaparecido del ladino es el espíritu básico, la estructura castellana, para ser sustituida por el puro galimatías. Recuerdo que ahora hace cuarenta años, en Salónica, daba gusto oir lo que todavía era posible escuchar de este lenguaje y el sabor que tenía la prensa de aquella ciudad que contenía manifestaciones. Claro está que Salónica era una especie de capital del sefardismo: el grupo era rico, el Gobierno turco tolerante, el Rabinato inteligente y tradicionalista. Actualmente, sin embargo, Salónica, como núcleo importante de la diáspora, ya no existe; 75.000 judíos de Salónica, que hablaban ladino, serían ignominiosamente asesinados por la Gestapo durante la ocupación de Grecia por los ejércitos alemanes. El hecho ha sido un golpe mortal para la vieja lengua que los judíos se llevaron de nuestro país a consecuencia del decreto de expulsión de finales del siglo xv. El ladino que escriben hoy en Israel ha sufrido una degeneración lamentable y constituye una escritura ininteligible y energuménica. Yo, personalmente, soy algo refractario a formular una  profecía; me parece, sin embargo, que este lenguaje tiene muy mala tela en el telar, verosímilmente hablante. Ha entrado en la agonía. Es cuestión de muy pocos años: una generación?, dos? De aquí a un irrisorio número de años, esta manera de hablar, que ha durado siglos, será un simple objeto de vitrina arqueológica, y, quitando algunos, pocos, eruditos, nadie sabrá exactamente en qué ha consistido. Es, de todas las maneras de hablar —y de escribir— perceptibles en Israel, la que ofrece menos dificultades a la penetración del hebreo.

He tratado de saber el número aproximado de personas que, radicadas en este país, tienen mes o menos relación con esta forma de expresión. Un diplomático –los diplomáticos son, a menudo, hiperbólicamente amables– me aseguró que llegaban a 250.000. Un funcionario del ministerio de Educación me aseguró que no llegaban a 100.000. Aun cuando la inmigración del norte de África sobre Israel va en aumento, creo más en la segunda afirmación que en la primera. El ladino ha dejado de tener gusto y sabor, ha perdido claridad y expresividad y, a juzgar por los textos que en los periódicos se escriben, ha perdido mucha fuerza transmisiva. Más que una manera de hacerse entender es un seguido de exabruptes personales, muy limitados pero caprichosos: un guirigall puro y simple.

Nos hemos extendido algo en estas cosas por dar una vaga idea de lo que habría podido representar la diversidad lingüística, del peligro que habría podido tener para la integración de Israel el galimatías de las lenguas. Hoy, sin embargo, el peligro parece muy establecido. Todas las personas, sea cual sea su edad, que por una razón o por otra han pasado por una escuela -aun los inmigrantes que tuvieron que aprender, en una escuela profesional, un oficio-, hablan y escriben el hebreo. Desde que Israel se constituyó como Estado, el hebreo ha sido no solamente la lengua oficial, sino el instrumento de las escuelas. Israel tiene cuatro días -como Estado, se entiende. En este periodo de tiempo ha pasado una determinada cantidad de la población por las escuelas. Así, pues, el número de personas para las cuales el hebreo es la lengua materna aumenta cada día. La solución de dar a este pueblo su lengua propia es, pues, simplemente, una cuestión de tiempo. No tiene la mínima duda que la totalidad de la población ha acogido el restablecimiento de la lengua con un interés verdadero a pesar de las indudables complicaciones y percances que ocasiona aprenderla. El hebreo es un lenguaje endemoniado y difícil: tiene alfabeto propio y se escribe y se lee a la inversa de nuestras lenguas. Nosotros escribimos y leemos de izquierda a derecha; el hebreo se escribe y se lee de derecha a izquierda, de forma que lo que para nosotros es el comienzo, en el hebreo es el final y viceversa.

No hay más que pasear por estas poblaciones y por sus calles y ver los rótulos de tiendas, oficinas y comercios para hacerse una idea del avance del idioma. En las primeras etapas de la realización del sionismo, debió producirse utilizando los signos alfabéticos de los idiomas latinos; después, se pasó por una etapa de rotulación bilingüe, que en la actualidad va a la baja, porque es cada vez más numerosa la cantidad de rótulos escritos puramente en hebreo. Si esta tendencia persiste, el turista no hebraitzante pasará en Israel indudables malos ratos por premura de accesibilidad a la lengua. De todas maneras, es muy verosímil pensar que no se llegará a la inaccesibilidad completa. El pueblo judío tiene una curiosidad tan vasta, tiene intereses tan lejanos y diversos, que siempre mantendrá el plurilingüismo como principio. Por otra parte, la experiencia enseña que las personas que hablan lenguas de proyección limitada son las únicas que dominan las lenguas extranjeras. El bilingüismo es una suerte; el plurilingüismo, una ventaja inmensa. El número de lenguas que se hablan en Israel es desorbitado, y es precisamente por prevenir los excesos de la confusión babélica que han impuesto el hebreo. Todo esto indica -me parece- hasta qué punto ha sido bien recibida la reforma lingüística.

Las contradicciones

De todas maneras, seria un error creer que todo el mundo, en Israel, sabe el hebreo; el problema -decíamos hace un momento- es una cuestión de tiempo. Hace falta dar, pues, tiempo al tiempo. Hay personas radicadas en este país que, por su edad o por la razón que sea, no sabrán mal el hebreo. Hay inmigrantes, llegados estos últimos años, que no han tenido tiempo de aprenderlo. Por eso es por lo que se dan dos fenómenos contradictorios: por un lado, se fomenta en todos los sentidos la lengua nacional; pero, dado que el Gobierno está interesado que la gente siga los incidentes de la marcha del país, en todos los aspectos y día detrás día, alentando de este modo los casos de separación de los intereses generales de la comunidad, está, por esto, deseoso que las noticias lleguen a la gente en cualquier lengua. Es por esta razón que, en este país, acercarse a un quiosco de periódicos, entrar en una librería, es una invitación al acceso a todas las lenguas de la tierra y, por lo tanto, tener una idea de la composición humana real del país.

%[…]

En su primera década de existencia, Israel ha adelantado un gran paso en este sentido. Todos los factores han sido aprovechados por llegar a este objetivo. El resultado ha sido la aparición, en esta parte de la tierra, de un factor nuevo, sobre el cual, diez años atrás, nadie habría apostado ni cinco céntimos —un factor con el cual se debe contar, del cual no se puede prescindir, por ser absolutamente decisivo. Todo el resto es ficción, palabrería, temeridad. Claro está: una parte de la población de Israel tiene un tono cultural y una educación correspondiente a los países de origen, que son los países más punta y los más adelantados, y así los progresos que se han hecho son en cierto modo naturalísimos. Pero es asimismo un hecho que la mayoría actual del país no proviene precisamente de estos ambientes, sino de otros, asiáticos y africanos, muy diferentes. Lo que en definitiva importaba era amalgamar estos factores tan diferentes, integrarlos, unirlos, y esto es lo que se está haciendo.

Aparte de las postulacions hebreas y árabes que aparecen en el país, se toca, aquí, todas las cuerdas de la línea lingüística: periódicos franceses, dos; periódicos alemanes, dos o tres; húngaros, polacos, rumanos, rusos, búlgaros, turcos, revistas en castellano para Sudamérica, aparte de los periódicos escritos en idish y en ladino. He dejado lo mejor para el final. El mejor periódico de Israel escrito en una lengua extranjera es el Jerusalem Post, escrito en inglés, pequeño pero muy bien hecho. Es muy posible que me haya olvidado algún matiz. En todo caso, el lector puede ver que la prensa de Israel cubre —o al menos pretende cubrir— las necesidades de la diversísima población residente.

De aquí a unos cuantos años, cuando la inmensa mayoría de la población tenga el hebreo como lengua materna, la situación actual será considerada insólita y extravagante. En las circunstancias y en la situación presente, ¿se podía actuar, de otra manera? Había que asegurar la entregent entre una población de innumerables procedencias y la sociedad del país, y la comunicación no se podía imaginar más que a base de un poliglotismo periodístico sin límites. Israel es una máquina compleja que cada día crece y se agranda con aportaciones humanas situadas en diferentes estadios de la evolución social y procedentes de los ambientes más diversos. Mientras no llegue el momento que la lengua nacional sea el instrumento general de la comunicación humana, hace falta utilizar todas las variedades lingüísticas para crear la sociedad del país.

No sé si he conseguido subrayar la considerable amplitud de estas cuestiones, que parecen mínimas y tienen un peso decisivo. Es absolutamente obvio, en todo caso, que éste es uno de los problemas más gordos que tiene planteados. Si el agua ha sido el común denominador material de la integración del país, la cuestión lingüística ha sido, en el plan social y espiritual, un factor del mismo sentido.

Una gran aventura

El hebreo era una lengua fósil. Los siglos lo habían anquilosado y lo habían convertido en una herramienta arqueológica, de vitrina de museo. Era un lenguaje esotérico, que sólo los sacerdotes y los eruditos del hebraismo comprendían y manejaban como aquel que observa una colección de mariposas plantadas con una aguja en las estanterías de un museo.

El hebreo había perdido el contacto con la vida moderna, con las realidades de nuestro tiempo, y su léxico respondía a otras épocas. Ha sido, pues, necesario añadir al órgano del idioma muchas palabras de los tiempos modernos, palabras que el pueblo ha ido produciendo o en todo caso aceptando si han nacido de sugestiones personales. El país, claro está, no dispone de ninguna academia, aun cuando tiene gente de auténtica fuerza filológica. Paralelamente, ha sido indispensable eliminar arcaismos y antiguallas carcomidas y muertas. Todo este proceso —me dicen personas que lo han vivido directamente— se ha traído a la práctica con discreción, evitando las explosiones de fogosidad y las pedanterías y ridiculeces a que son tan propicios los problemas gramaticales. Lo cierto es que la gente, el público, se ha interesado por estas cosas y cada día se interesa más. El hebreo tiene una resurrección rápida, y cada día lo habla, lo lee y lo escribe más gente. Además, a los judíos, los gusta enormemente encontrar personas que hablan hebreo. Una de las razones de la grandísima popularidad que tiene en Israel el actual embajador francés, Monsieur Gilbert, es que habla el hebreo con una perfecta fonética. Cuando nuestro excelente profesor Millàs Vallicrosa se levantó a hablar en la Universidad Hebrea de Jerusalén y pronunció su discurso en hebreo, produjo una gran impresión y suscitó una corriente admirativa. Es vertaderamente agradable, yendo por el mundo, encontrarse con hombres del propio país admirados en el extranjero por sus méritos auténticos. En los medios intelectuales de Israel, el profesor Millàs es respetado, seguido y admirado como un grande hebraista.

Uno de los aspectos divertidos de la cuestión del renacimiento del hebreo es que el hecho ha sorprendido e indignado todo aquel mundo de primarios que consideran incorrecto que las personas no hablen su propia lengua. Casi todos los países contienen una cantidad más grande o más pequeña de estos especímenes. «¿Cómo es posible —dicen— que los judíos, que son generalmente tan listos, que tienen tanto sentido práctico, que saben con claridad lo que quieren en cada momento, se dediquen a resucitar una lengua muerta, que nadie comprende, que no tiene ninguna utilidad, pudiendo haber adoptado una lengua que les hubiera permitido volar entre continentes?»

Pero todos ustedes lo ven. A un diplomático israelí a quien decían que tenían que haber implantado el inglés, por razones prácticas, como lengua nacional, le oí decir: «Pero, ¿por qué el inglés y no el chino, que todavía lo habla más gente? ¿Por qué el inglés, si no somos ingleses, sino judíos?». Es evidente: los judíos, que ciertamente son prácticos e inteligentes, se dedican a resucitar una lengua fósil y además muy compleja. Que haremos!… Si lo hacen, es, sin duda, por alguna razón, positiva y convincente, al menos para ellos. De otra manera, no se explicaría. Algo deben esperar. Y lo que esperan está muy claro: cuando los judíos hablen y escriban su lengua, su personalidad será mucho más concreta y auténtica. Dejarán de ser espíritus de imitación, falsificaciones y sucedáneos de otros espíritus —y éste probablemente ha sido el aspecto más dramático de la asimilación en la diáspora— para dar lugar, quizás, a un espíritu más auténtico. En definitiva, la aparición de Israel podría favorecer la germinación y la apertura de nuevos matices originales de la cultura y de la personalidad. La sustancia base, el potencial, en todo caso, existe.

Sea como sea, la historia de la primera década de la existencia del Estado de Israel, tan llena de extraordinarias aventuras, contiene también una aventura lingüística, de gran trascendencia. La resurrección del hebreo equivale a la reconstrucción de la sociedad de Israel, atomitzada y dispersa durante casi dos milenios. El hecho es tan insólito, tan insospechado y sorprendente, que, comprobando in situ estas cosas, a veces parece que se sueña despierto.

Fuente: http://www.lletres.net/pla/israel_e.html

Traducción revisada y corregida por: Silvia Schnessel

Pudieron ser…

.. pero no nunca fueron…

Canciones en Yidish

Oyfn Pripetchik- yiddish song- Esther Ofarim

Funny Yiddish ABC

Max Berliner fue distinguido por la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires

15.12.2010 09:44  |

El actor y director Max Berliner fue distinguido hoy como Personalidad Destacada de la Cultura de la ciudad de Buenos Aires, título que otorga la Legislatura porteña, por su defensa de la lengua idish.
“Fundamentalmente fue un precursor en la difusión de la lengua idish”, resaltó, en diálogo con la Agencia Judía de Noticias (AJN), María José Lubertino, legisladora por el Encuentro Popular para la Victoria y quien impulsó la propuesta.
No obstante, Lubertino aclaró que la iniciativa surgió por pedido de jóvenes actores y de personalidades de la comunidad judía argentina.
Actor de La Patagonia Rebelde y de Highlander II, entre otras películas, Berliner fue distinguido en un acto que se realizará en el salón Montevideo de la Legislatura Porteña (Perú 160 de la ciudad de Buenos Aires).
“La iniciativa, en principio, surgió a partir de distintas personas que fueron candidatas para ser personajes de la ciudad. Esta es una propuesta de muchos jóvenes actores y también de mucha gente de la colectividad. Maestro de actores, una persona de una trayectoria personal y familiar inigualable”, subrayó Lubertino.
Nacido en Varsovia el 23 de octubre de 1919, Berliner se mudó con su familia a la Argentina, cuando él tenía dos años. Su madre era costurera y su padre broncero, y se mudaron al barrio de Once.
A los cinco años de edad, Max Berliner, quien trabajaba en una fábrica de camas, debuta en una obra teatral, con un parlamento en idish, en una obra de Sholem Aleijem, Inmigrantes.
“Fundamentalmente, Max fue un precursor en la difusión de la lengua idish, y sus obras tenían la temática judía. Llegó a dirigir el elenco estable de la AMIA”, resaltó Lubertino.
En la red de Internet circula un cometario de Berliner que resume su espíritu. “El idish tiene que ser un idioma y no un dialecto. Hay muchos que están luchando por el idish, como yo. Está bien que cuando surgió el Estado de Israel se haya impuesto el hebreo; pero no se puede eliminar el idish. Los seis millones de muertos en los campos de concentración hablaban idish”, afirmó.
Lubertino rescató las interpretaciones que Berliner realizó en El gaucho judío y Plata Dulce, pero también trabajó en el Teatro Cervantes y en el San Martín personificó a Albert Einstein.
Desde 1947, Max ejerció como profesor de teatro y música en idish en la escuela Sholem Aleijem, durante casi 60 años.
Por su trabajo, la escuela bautizó a su salón de actos con el nombre de «Max Berliner».
En diálogo con AJN, Berliner agradeció la distinción y destacó la necesidad de recuperar importantes lugares de la cultura que fueron olvidados en el Barrio de Villa Crespo, donde históricamente se concentraron las familias judías de Buenos Aires.
Justamente, el actor y la diputada Lubertino recorrieron las calles de Villa Crespo y sus principales atractivos culturales.
“Recorrimos Villa Crepo y hablamos del teatro en idish”, comentó la legisladora, quien expresó su alegría porque la propuesta con el reconocimiento a Berliner fue aprobada durante este año.
En un mini reportaje con el diario Clarin, Berliner expresó: “No me esperaba el reconocimiento. muy emocionado. Nunca me lo hubiera imaginado. Pero hay que remar 85 años de carrera”.
“Siempre rescato lo positivo y no creo en el proverbio que dice: “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Yo dejo proyectos para mañana. Eso me impulsa. La vida es lo más bello que hay y yo estoy re contento de vivirla”, agregó.

Facebook de Max:
http://www.facebook.com/profile.php?id=1643310856

AJN y Clarín

Charlie Chaplin: El zeide y su nieto.

Idiomas judíos

Hasta la destrucción del primer templo de Jerusalén por los babilonios en el siglo VI a.C., el pueblo judío poseía un solo idioma: el hebreo, la lengua de la Biblia. Posteriormente la lengua fue influenciada por el arameo, idioma semítico del lejano oriente. El Talmud, el más importante y sagrado texto después de la Biblia, concluido en el siglo VI D.C., fue escrito en esa lengua. Este mismo explica los textos bíblicos y proporciona una especie de código normativo a la vida de la comunidad en todos sus aspectos.

Durante la era helenística, el pueblo judío adoptó el griego y, con la expansión del Islam, el árabe fue la lengua de muchos judíos de los pueblos del Mediterráneo. Por ejemplo, en Persia, desarrollaron versiones de dialectos específicamente judíos.

Aquellos judíos que emigraron a Italia u otras áreas del Imperio Romano adquirieron como lengua el latín y, más tarde aun, las lenguas Romances de la Edad Media que dieron origen a las distintas lenguas modernas de Europa.

Los judíos sefardíes (del vocablo hebreo Sefarad: España) crearon su propia lengua: el Ladino o Judezmo. El ladino refleja a las sagradas escrituras ya que nació traduciendo textos sacros hebreos a lengua vernácula y, el judezmo es la lengua hablada. Esta lengua mezcla de castellano medieval, hebreo y otras lenguas regionales fue llevada con los judíos al ser estos expulsados de España en 1492 a Portugal y otras áreas de influencia del Mediterráneo.

Pero sobre todas las lenguas creadas por los judíos en la diáspora, es el Idish la que más desarrollo ha alcanzado no sólo en su lugar de origen sino que se ha esparcido por el mundo entero desde Asia hasta Africa y desde Europa hasta América y ha enriquecido con su vastísima obra literaria a millones de seres humanos.

El idish y su expansión geográfica.

El Idish nació alrededor del año 1000 cuando judíos de Italia, Francia y resto del Imperio Romano comenzaron su migración hacia la zona del río Rin, lo que hoy es Alemania. Esta época es coincidente con el nacimiento en ese milenio de muchas lenguas europeas modernas.

La migración judía hacia el río Rin comenzó con el impacto de las cruzadas, que trajeron el idioma Idish a Europa Central, específicamente lo que hoy es Checoslovaquia y Austria.

Con un gran caudal de judíos que lo hablaba, la lengua se expande luego por Polonia y hacia los ríos Duina, Dníeper y Dniéster.

Todo ese sector de judios sumados a los de Ucrania, Lituania, Estonia y Letonia se denomina Ashkenazim; esta palabra deriva del nombre hebreo medieval de Alemania: «Ashkenaz».

Durante el siglo XIX el numero de judíos en Europa Central y del Este creció notablemente y por ende, los hablantes del Idish.

Con otra gran migración en el último cuarto del siglo XIX, el Idish fue transportado por los mares a nuevos continentes: América, Africa, Australia, Israel. Para esta época, el número de hablantes del Idish alcanzó los 12.000.000, cifra fatalmente reducida tras el exterminio de 6.000.000 de judíos durante el Holocausto en manos de los nazis.

El idioma idish y sus componentes: su inserción en el mundo moderno.

Varios son los componentes del idioma idish: el hebreo. el alemán, el elemento romano y el eslávico.

Cuando se establecieron los judios a orillas del alto Rin la lengua Idish adoptó algunas variedades de localismos alemanes. En su período inicial hasta el siglo XII, el Idish era el idioma usado por los judíos que arribaban de las áreas en las que se hablaban las lenguas romances. Muchos vocablos hebreos y arameos que fueron tomados de la Biblia y luego del arameo del Talmud se convirtieron también en parte del idioma idish contemporáneo. Algunas pocas palabras de origen latino perduran en el idish contemporáneo, como por ejemplo :

Leienen: (leer) deriva del latin «legere»

Benchn: (bendecir) deriva del latin «benedicere»

Reconocemos amplias influencias de distintos dialectos alemanes.

Más adelante se suman los elementos eslavos del checo, polaco, ucraniano y también ruso.

En una frase común del idish se puede rastrear estas influencias

«RABOISAI, MIR VELN BENCHN, ZOGT DER ZEIDE»

Raboisai: señores, Hebreo

Mir: nosotros, Antiguo alemán

Veln: vamos, Antiguo alemán

Benchn: bendecir, Latin


Zogt: dice, Aleman medieval

Der: el, Aleman medieval

Zeide: abuelo Eslavismo antiguo

En el transcurso de los siglos XIX, XX y XXI se incluyeron vocablos producto del avance de la tecnología y de diferentes disciplinas y surgen ciertos neologismos. EJEMPLO: teléfono celular: tzelke es el término adoptado (cell: célula en inglés).

Es muy común que los docentes debamos convertirnos con nuestros equipos académicos en creadores de ellos. Ante la pregunta de un alumno acerca de cuál es el término utilizado para la palabra «peaje», debemos poner manos a la obra en nuestras fuentes. Recurrimos a un hecho protagonizado por el filosofo judío M.Mendelson. Al ser invitado a la Universidad de Francfort para dictar una conferencia debe atravesar el puente que cruza el río. Existía una ley medieval por la cual los animales y los judíos debían abonar por el cruce del mismo (léase hoy peaje). Al exigírsele el pago correspondiente y comprobando que a su lado por un animal se hacía efectivo dicho impuesto exclamó: ¡que el animal brinde la conferencia para Uds. en la universidad! Dio media vuelta y el «vegtzol» no lo abonó.

La búsqueda en la recuperación del idioma es lo que tanto interés despierta en lingüistas historiadores, etnógrafos, sociólogos, músicos, folcloristas e investigadores de la cultura. Jóvenes judíos y no judíos del mundo entero son atraídos y se interesan por el estudio de la lengua Idish.

El Mercado Común Europeo con su Parlamento establecido en Estrasburgo (Francia) dedica especial atención al idioma Idish. En el último congreso internacional de esta lengua realizado allí al que asistieron alrededor de 400 congresistas de todo el mundo, fue muy interesante comprobar que los traductores del idish a los distintos idiomas: Inglés, francés, ruso y, alemán eran jóvenes profesionales de no más de 25 años.

No debemos dejar de mencionar que el IWO, Idisher Visnshaftlejer Institut, ha realizado en noviembre del año 2001, un simposio con la asistencia de reconocidos especialistas y catedráticos nacionales y del exterior. Uno de ellos, el Dr. Dov Noy dictó en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y en la Universidad de Luján, conferencias en Idish sobre diferentes aspectos de la lengua, con traducción simultánea.

Es nuestro interés en la Argentina que el idish vuelva a implementarse en las escuelas judías primarias y llegar al ámbito universitario como sucede en el resto del mundo.

Universidades de EE.UU y Europa incluyen a investigadores de esta lengua en sus diversos proyectos.

El idish: la llave emocional de la vida judía.

Así se siente el judío al referirse a su lengua idish llamándola «Mame Loshn», esto significa literalmente: el lenguaje de la madre.

Así lo sintieron millones de seres humanos durante mil años. Este es el medio que le permitió expresarse. A su vez ha sido el medio para construir su cultura, para transmitir los máximos preceptos de la ética y moral de su religión. La interpretación de la ley, la justicia y los derechos humanos se transmitió en idish facilitando su llegada y difusión. También debemos reconocer la riqueza popular, de los proverbios, refranes e historia que formaron el sentir y el nivel intelectual de su cultura.

Dialectos del Idish.

Es amplia y colorida la paleta de los dialectos del Idish. Ellos fueron el alma oculta y gran parte de la magia que irradia la lengua. Los dialectos del Este de Europa varían generalmente en la pronunciación de sus vocales. Pero la gramática y el vocabulario casi no difieren. Los dialectos comenzaron a fusionarse primero con la migración hacia las grandes ciudades y luego, los diversos dialectos se mezclaron hasta desaparecer con las migraciones hacia los distintos continentes. Surge así la estandarización del idioma, cuya base fue tomada básicamente del dialecto lituano.

Literatura Idish.

Los más antiguos elementos de la literatura idish son los testigos materiales preservados en museos sobre la enseñanza de textos sagrados.

Ya en los siglos XII y XIII encontramos versiones más o menos reelaboradas en idish las de epopeyas alemanas. A pesar de estas manifestaciones primitivas puede decirse que el verdadero comienzo de la literatura moderna idish tiene lugar durante el Renacimiento, periodo que permite el desarrollo de los más diversos movimientos intelectuales. El gran representante de la época es Elías Levita (1469-1549) autor de BOVE-BUJ, novela de caballería judía traducida de textos ingleses, destacándose también sus traducciones de salmos y otros pasajes de la Biblia.

La obra religiosa más famosa y popular de la literatura idish es Tzeno Ureno compuesta en Polonia a fines del siglo XVI; se trata de otra versión del Pentateuco, preparada especialmente para ser leída por mujeres. Es de señalar que el público femenino no tenía generalmente acceso a la sabiduría tradicional ni al estudio. Es el público femenino en este periodo, el mayor consumidor de las obras en idish y a él se dirigen muchos de los que escriben en este idioma. Durante el siglo XVIII.

El siglo XVIII presenciará el surgimiento de dos grandes movimientos que conmoverán la vida judía e influirán notoriamente en la literatura idish: el Jasidismo y la Haskalá. El Jasidismo fundado por Baal Shem Tov con una especie de llamado a la emoción y al sentimiento inmediato a lo religioso, ejercieron en la literatura un efecto benéfico ya que la elevaron al nivel de la oración. Convencidos de que la auténtica fe tenía sus raíces en el sentimiento y no en la razón debía de rezarse en la lengua del corazón. De la profundidad del alma popular surgieron cuento, parábolas y cantos. Pudo así la doctrina jasídica recoger de la tradición popular en idish canciones de cuna, baladas, cantos de amor, conflictos familiares y sociales.

Es el rabí Najmen de Bratzlev es el más característico de los escritores del jasidismo, gran experto en la narración fantástica.

Diferente fue el papel desempeñado por la Haskalá o Iluminismo judío, inspirada por el filósofo y publicista judeo-alemán Moises Mendelsshon (1729-1786) quien propiciaba el ingreso del judaísmo a la cosmopolita cultura europea, sin desmedro de las tradiciones hebreas.

En este cuadro, las lenguas portadoras de esta cultura debían ser el alemán y el hebreo y, el idish era relegado a un plano secundario.

Es en el siglo XVII y XVIII en que aparecen cientos de libros en idish. Ya en el siglo XIX surgen una docena de escritores que son eclipsados por la presencia de los tres grandes clásicos del periodo moderno, llamada la época de oro: Mendele Moijer Sforim, Sholem Aleijem, Sholem Ash e Itzjok Leibush Peretz.

La creciente cohesión cultural e intelectual de los conglomerados judíos de Europa Central y Oriental más la aparición de estos escritores de gran talento, motiva el florecimiento de la literatura idish moderna.

Mendele Moijer Sforim (1834-1917) seudónimo de Sholem I. Abramovich, estableció un lenguaje literario que lo convirtió para sus seguidores en el zeide, abuelo de la nueva literatura idish, ya que su estilo literario se convierte en un ejemplo. Su obra satírica fue dirigida a los judíos para mostrarles sus debilidades y flaquezas. Deseaba cambiar la forma de vida de los habitantes de los pequeños villorrios los «kleine shtetelej» a través de la sátira y el realismo. Esta obra es un monumento histórico de un tiempo pasado.

Sholem Aleijem, seudónimo de Sholem Rabinovich (1859-1916), el humorista por excelencia, escribió para los judíos, entreteniéndolos con situaciones cómicas, sembradas aquí y allí por el patetismo. Describe la vida judía con todos sus defectos pero su humor emociona por la ternura con que trata a sus personajes.

Su lema era «reír es sano, los doctores indican reír» y éste se convirtió en un medio terapéutico para el pueblo. El artista y el filósofo del humor se encuentran en sus obras junto al folclorista y etnógrafo.

3.000.000 de ejemplares en ruso fueron impresos solamente en idioma ruso. Un crítico literario ruso dijo que en sus obras se refleja el triste pasado judío en la época de los zares.

Fue el escritor judío que más estuvo en contacto con el circulo de escritores rusos como Tolstoi y Gorki.

Cuando su personaje Tevie el lechero, a 15 años de su muerte, comienza a perder vigencia en el teatro judío y en el cine, sucede algo impensado en el arte que, se sabe, no es eterno. Raramente se da este proceso: cuando se comienza a observar su obra como una antigüedad de museo de la vida judía en la época de los zares, Tebie es rescatado por el teatro inglés, español y hebreo y, durante años se convirtió en la sensación musical de los escenarios de Nueva York, Londres y el mundo entero bajo el titulo de «El violinista sobre el tejado».

Acompañaron a despedir sus restos en Nueva York 1.000.000 de personas.

En el mes de noviembre del año 2001, fue emplazado su busto en «El jardín de los poetas» en los parques del Rosedal de Palermo, por resolución del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

Itzjok Leibush Peretz (1852-1915), el tercer gran clásico, ha creado monumentales obras sobre aspectos de la ética y justicia de la vida judía de su época. Lleva al idish a una perfección poética. Su singularidad con respecto a los dos anteriores radica en su visión mística y profética del destino judío.

Y vemos realizado el sueño de estos escritores de arrancar a las empobrecidas masas de judíos de los guetos, sintetizando el concepto de judaísmo y universalismo en hechos como el siguiente:

En el año 1932, el IWO, con su sede en Nueva York, es invitado a la Argentina a una reunión organizada por círculos literarios y el escritor de las letras judías Zalman Reizn es agasajado por las siguientes personalidades: Arturo Capdevila, Alfonsina Storni, Manuel Galvez y otros.

La vastedad de la obra literaria clásica traducida al idioma suma cientos de trabajos desde Shakespeare, Cervantes, además de muchos trabajos científicos.

En el periodo entre las dos guerras mundiales nuevos centros de cultura idish surgen en todas partes del mundo desde América del Sur hasta América del Norte, desde Sudáfrica hasta Australia tal es la creación, que el escritor judío Opatoshu llega a afirmar que el sol no se pone jamás en la lengua judía.

Las masacres de la barbarie nazi hacen callar a la cultura Idish, en la Unión Soviética, a partir de 1948, la literatura idish se sumerge en el silencio; muchos escritores del idioma idish pierden la vida en las purgas stalinistas… solo en América e Israel puede hablarse de un presente y un futuro para la literatura idish y en primer término debe mencionarse a un premio Nobel en dicha lengua: Isaac Bashevis Singer.

MAX PERLMAN „A’Maydale fon Tel-Aviv“

No se pierdan este video!!!!

MY YIDDISHE TATE CLARINET – Yiddish Song

My Yiddishe Tate Clarinet. Yiddish Song » Main Tatnz Klarinet» by Yaakov Shapiro. http://www.myzeidi.com (My Jewish Father’s Clarinet)»
http://www.Myzeidi.com
El Yidish fue la lengua cotidiana de los judíos de Europa durante mil años. También fue el origen de una cultura floreciente que casi fue borrada en el Holocausto. El Yidish no prospera en Israel, que adoptó el Hebreo como idioma nacional y que parecía mirar al Yidish como una lengua anticuada.
Sin ambargo, algunos israelíes luchan por mantener viva la cultura del Yidish. Entre ellos… Yaacov Shapiro.
La caracterísitica más destacable de la música de Shapiro es su dulzura. Sus canciones y danzas no interpretan klezmer sino canciones de cuna y música folclórica.

El robado a la muerte – ISAAC BASHEVIS SINGER

Por Juan Forn

Cuando el primer ministro israelí Menahem Beguin estaba en Nueva York, de camino a firmar la paz con Anwar el Sadat en Camp David, mostró interés en conocer a Isaac Bashevis Singer.

El encuentro (que, curiosamente, tuvo lugar pocas semanas antes de que ambos ganaran el Premio Nobel, uno el de la Paz y el otro el de Literatura) fue un auténtico desastre: Beguin le reprochó a Singer que no escribiera en hebreo, la «verdadera» lengua de los judíos y le preguntó con desdén cómo se podía hacer funcionar un ejército en iddish. Ofendidísimo, Singer abandonó la reunión después de contestar que «una de las razones por las que amaba el iddish era precisamente por tratarse de un idioma que no tenía palabra para «arma» ni para «ejército».

El hijo de Singer, responsable de traducir al hebreo todos los libros de su padre, cuenta que Singer despotricaba en cambio por la escasez de palabras que ofrecía el hebreo para aludir a la lujuria, a diferencia de la casi infinita variedad que le daba el iddish.
Como se sabe, Singer logró ganar el Nobel escribiendo en esa lengua definida alguna vez por el propio Heine como «un mero alemán mal hablado».

Llegado a América desde Polonia en 1935, sin un centavo y sin saber una palabra de inglés, Singer estuvo veinte años malviviendo de los tres cuentos por semana que publicaba en el Forverts, el diario en iddish de Nueva York, hasta que un día Saul Bellow leyó uno: «Gimpel el tonto», lo tradujo al inglés, lo publicó en el Partisan Review y le cambió la vida para siempre: a partir de entonces, los cuentos de Singer se publicaron simultáneamente en el Forverts en iddish y en el New Yorker en inglés. El Forverts le había pagado durante décadas veinticinco dólares la pieza; el New Yorker ¡le daba mil por cuento publicado! Aun cuando en inglés ya se lo celebraba como un nuevo Chejov, gran parte de la comunidad judeoamericana seguía viéndolo como un cuentero licencioso y blasfemo del viejo país.

Singer se limitaba a encogerse de hombros y murmuraba socarronamente: -Qué puede decir un escritor cuando hablan sus personajes.

La leyenda dice que se levantaba todas las mañanas a las siete, pero se quedaba hasta tres horas rumiando en la cama el cuento que iba a escribir
«Puedo ver los Cárpatos desde mi cama, si cierro bien los ojos»; de ahí pasaba a la bañadera donde permanecía media hora más ajustando los últimos detalles y de ahí, envuelto en una bata rotosa, pasaba a la máquina de escribir, donde en menos de una hora tipiaba de un tirón el cuento, con papel carbónico. Una copia iba para el Forverts, la otra para alguna de sus traductoras, que horas más tarde traía el texto en inglés. Singer se abalanzaba entonces sobre las páginas y procedía a corregirlas de tal modo que puede decirse que las reescribía. La dócil traductora pasaba en limpio el texto, con Singer vigilando por encima de su hombro y partía después a entregarlo al New Yorker, previo interludio en la cama, si la esposa del escritor no había regresado aún de Lord & Taylor, la tienda donde trabajaba como vendedora.

Singer quedó agradecido de por vida a Bellow, pero nunca más le permitió acercarse a un texto suyo. Prefirió elegir él mismo traductoras más maleables. Era famoso por atender el teléfono nomás sonaba, aun cuando estuviera enfrascado en su trabajo literario o amatorio, porque por lo general eran llamados de lectores del Forverts, con alguna buena historia para contarle, como por ej.: -¡He visto a Hitler en la cafetería de Finkel y nadie me cree!- o alguna conquista potencial (elegido a los 75 años uno de los diez hombres más sexis de Estados Unidos, Singer adjudicó el secreto de su éxito a que siempre logró que las mujeres casadas no sintieran culpa por acostarse «con tan poca cosa como yo». Puede decirse que Singer hasta fornicaba en iddish (quizás era ése el secreto de su éxito), pero cuando le llegó a su obra el momento de la consagración, de la traducción a otras lenguas, el texto «madre» que Singer exigió que se usara en todos los casos era la versión en inglés.

Es decir que el Singer que conocemos quienes lo leemos en castellano, en francés, en alemán, italiano, polaco, ruso o portugués, el Singer que premió la Academia Sueca por hacer inmortal al iddish, es el Singer mejorado o depurado por él mismo en sus traducciones al inglés. Eso no le impidió dirigirse en iddish a la audiencia en su discurso del Nobel: -«Escribo en una lengua muerta porque escribo sobre fantasmas. Y cuanto más muerta la lengua, más vívidos son sus fantasmas», dijo. «Nuestra necesidad de creer sólo puede compararse a nuestra necesidad de sexo», dijo. «Dios ha de estar cansado de nuestras plegarias, a esta altura. Lo que Dios necesita es que alguno de nosotros se decida a preguntarle de qué diablos se ríe», dijo. Y después lo repitió en inglés, para no dar margen a traducciones ajenas, que pasteurizaran su sentido.

Quienes han leído los textos de Singer en las amarillentas páginas del Forverts dicen que lo que más tendía a suprimir después en la traducción al inglés eran esos soliloquios dirigidos por sus personajes a la divinidad: las blasfemias que sólo en iddish lograban conservar la aspereza que era necesaria, según Singer, en el trato con Dios. La astucia de Singer consistía en eliminar esas frases y lograr que su espíritu quedara flotando e impregnara todo el texto. En sus memorias, cuenta que lo bautizaron con el nombre de un hermanito que murió antes de alcanzar el mes de vida. Por esa razón, su madre lo envolvió en una mortaja en la cuna: para despistar a la muerte y lograr que no se lo llevara. De ahí provenía su descaro insobornable. Un robado a la muerte tiene derecho a decirlo todo («Por supuesto que creo en Dios. Aunque yo diría que, más que creer en El, lo
odio»), a probarlo todo («Casi todas las desgracias de este mundo son el resultado del temor a la alegría. Tan herética parece la alegría que la gente arriesga su vida para escapar de ella») y a decirlo todo también, a su inimitable y a veces espeluznante manera (como en el final de La familia Moskat, cuando uno de sus personajes anuncia amargamente, en la Varsovia a punto de ser invadida por Hitler, que ésa será la venida del Mesías tan esperada por todos los judíos).

Alguna vez dijo que los escritores no mueren de infartos, sino de erratas.

Murió en Miami, a los ochenta y nueve años, cuando el Alzheimer lo dejó sin recuerdos. La calle donde vivía en South Beach hoy lleva su nombre y supo tener un graffiti que reproducía una de sus frases más inmortales:

«Cuando un hombre y una mujer se besan, es el comienzo de un asunto espiritual, no sólo físico. La cama no es más que una continuación horizontal de la conversación».

Ignoro si el graffiti sigue ahí y si el Isaac Singer Boulevard sigue siendo la calle preferida de las prostitutas del barrio.

Isaac Bashevis Singer

(Radzymin, 1904 – Miami, 1991) Escritor polaco en lengua yiddish. Era el tercer hijo de una familia en la que por ambas ramas abundaban los rabinos, aunque su padre estaba vinculado a la tendencia jasídica y la familia de su madre pertenecía a la corriente racionalista de los mitnagdim, opuesta al jasidismo. Vivió desde muy pequeño en un barrio humilde de Varsovia, por entonces importante centro de cultura y espiritualidad judía. De sus vivencias en la casa familiar, en la que funcionaba el tribunal rabínico donde la comunidad hebrea resolvía sus litigios, dejó testimonio en la colección de relatos Krochmalna, 10.

Durante la Primera Guerra Mundial, su familia comenzó a pasar graves privaciones, y junto a su madre y un hermano se trasladó a Bilgoray, en la frontera austríaca, de donde su madre era oriunda. Allí comenzó a estudiar el Talmud aunque más tarde, junto a otros jóvenes cuyas inquietudes se dividían entre el sionismo y el bolchevismo, comenzó a interesarse por lecturas alejadas de la ortodoxia judía (Platón, Aristóteles, Schopenhauer y Kant, entre otros filósofos y autores como Turguenev, Maupassant y Chéjov). Pero el pensador que más influyó en su concepción del mundo y en su literatura fue Baruch Spinoza.

Su hermano mayor, que permaneció en Varsovia, se había convertido en periodista y escritor, y le ofreció trabajar como corrector de pruebas en una revista literaria en yiddish en la que él mismo escribía, la Literarische Bletter. Isaac aceptó y se trasladó a Varsovia, donde comenzó su carrera literaria: ante la disyuntiva de escribir en hebreo o en yiddish optó por éste último, porque «es la lengua que tiene más palabras para definir a un pobre».

Tradujo al yiddish una obra tan importante como La montaña mágica y a autores como S. Zweig o E. M. Remarque, entre otros. En esos años, el joven Isaac alternó una intensa actividad literaria y cultural con apasionadas aventuras amorosas, de una de las cuales nació su único hijo. Su compañera Runya, de ideología comunista, fue arrestada y se trasladó luego con el niño a la Unión Soviética: expulsada más tarde de allí por sus actividades sionistas, madre e hijo se radicarán en Israel.

La primera novela de Singer, Satán en Goray, se publicó en 1935 y ese mismo año, ante la creciente amenaza de invasión alemana a Polonia, emigró a los Estados Unidos donde se reunió con su hermano, que llevaba ya dos años en Nueva York. En camino hacia América visitó París, que le pareció «una ciudad tan alegre como el carnaval de Purim» (festival judío en el que se conmemora la leyenda de Esther).

Sus primeros trabajos en América fueron para el Jewish Daily Forward, periódico en el que publicó notas y relatos firmados con el seudónimo Warshovsky; para el mismo medio trabajó también como crítico teatral y, en general, los primeros años en los Estados Unidos le parecieron desalentadores. Algunas de sus experiencias de emigrante reciente en aquel país quedaron reflejadas en el libro de relatos Una boda en Brownsville (1964).

En 1940 se casó con Alma Wasserman y retomó con fuerza la narrativa aunque nunca la había abandonado del todo, ya que en el Forward había ido apareciendo por capítulos su primera novela La familia Moskat, publicada en 1950 y por la que recibió el premio Louis Lamed. En 1969 publicó La Mansión, que fue nominada para el National Book Award, y en 1978 recibió el premio Nobel de Literatura, única vez que se otorgó a un escritor en lengua yiddish. Ha sido traducido prácticamente en todo el mundo y es el escritor de su idioma más conocido por el gran público.

Aunque indudablemente la obra de Singer es tributaria de los autores de su cultura que lo precedieron, su estilo se distingue por ser más audaz y sus tramas bastante más complejas. Si bien sus relatos, poblados por brujas, milagros y misterios, están impregnados de la legendaria literatura de las fuentes tradicionales judías, el autor ha tratado estos temas con una profunda ironía y el enfoque moderno y peculiar que lo caracteriza.

En la mayoría de sus obras la temática es el ambiente y la vida de los judíos de Polonia que el autor describe y juzga alternando la ternura y la crítica, a veces mordaz. Su prosa es muy elaborada, a menudo incluye detalles extraños o cómicos y se aprecia en ella una constante de sentimentalismo y sorprendente sensualidad.

Además de los títulos ya citados, destacan de su producción El mago de Lublín (1960); El Spinoza de la calle Market (1961); Cuando Schlemiel fue a Varsovia y otros cuentos (1968); Cuentos judíos de la aldea de Chelm y Un amigo de Kafka (ambos de 1973); Shosha (1978); Golem, el coloso de barro (1982) y los relatos para niños Cuentos judíos (1989).

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/singer.htm

Oyfn Pripetchik- canción de cuna en idish- Esther Ofarim

Esther Ofarim (en hebreo: אסתר עופרים‎, nacida Esther Zaied, el 13 Junio de 1941 en Safed). Es una cantante israelí.

Conoció a Abi Ofarim, un guitarrista y bailarín, en 1959 y posteriormente se casaron. Con su marido y sin él, comenzó a cantar en hebreo canciones populares e internacionales.

En 1960, Esther tiene un pequeño papel en la la película Éxodo . En 1961 ganó el Festival de la Canción de Tel Aviv, donde cantó «Saeni imcha bemachol» y «Neama». Dos años más tarde, Esther logró el 2º lugar en el Festival de Eurovisión con «T’en vas pas», representando a Suiza, en un principio el jurado de Noruega, último en votar, le otorgó la victoria, pero dicho jurado rectificó la puntuación haciendo ganadora a los reprensetantes de Dinamarca con la canción Dansevise.

A partir de entonces, su dúo con su entonces esposo Abi Ofarim comenzó a despegar. En 1966 tuvieron su primer hit en Alemania con «Noch einen Tanz». Su mayor éxito en Alemania fue «La mañana de mi vida» en 1967, que fue escrita por los Bee Gees. En 1968 el matrimonio Ofarim logra su mayor éxito internacional con vance con sus compromisos internacionales «Cinderella Rockefella», que logró el número uno en una serie de países, entre ellos el Reino Unido. En 1969 realizaron una gira mundial.

Como resultado de problemas en el ámbito empresarial, y en sus relaciones personales, se divorciaron en 1970.

Esther comenzó su carrera en solitario con varios Álbumes y conciertos. En 1984 interpretó la obra escrita por Joshua Sobol «Ghetto», producida por Peter Zadek en Berlín. Allí cantó algunas canciones, incluyendo «Frühling» y «Unter deinen Weissen Sternen». La obra tuvo un gran éxito, que se atribuyó en parte a la fuerte presencia de Esther.

Desde 1998, Esther Ofarim ha realizado de varios conciertos cada año, especialmente en Israel y Alemania. Esto incluye conciertos anuales en el Hamburger Kammerspiele.

Las canciones de Ofarim más destacadas aparecieron en la película israelí de 2004 Caminar sobre las aguas del director israelí Eytan Fox.