Por Miquel Segura
Mientras aquí vivimos agobiados por la crisis y asqueados por la corrupción (presunta), en Israel se ha producido la primera muerte en 14 meses por un cohete palestino lanzado desde Gaza. Esta vez le ha tocado a un trabajador originario de Tailandia. Suenan otra vez tambores de guerra en la tierra de mis antepasados, un estado judío, soberano y democrático en el que ni siquiera puede reconstruirse una antigua sinagoga sin provocar la ira de los árabes. Israel cedió Gaza a los palestinos, pero allí gobierna ahora un partido terrorista que no lucha por un estado propio, sino por la aniquilación del estado hebreo. Mientras tanto, la jefa de la diplomacia europea, Chaterine Ashton, anda de gira por la zona y dice aquello tan manido de “condenar la violencia venga de donde venga”.
Un prestigioso columnista americano, George Chaya, especialista en temas del Oriente Medio, escribió recientemente en el “Diario de América” de Miami que “nadie sensato puede creer que la paz en Oriente Medio podrá alcanzarse mediante la creación de un Estado Palestino, que incluso los palestinos no quieren, a menos que sea un estado árabe musulmán que sustituya al israelí”. He aquí una realidad que Europa no quiere ver, aunque puede que pronto llegue el día en que tenga que reconocerla a costa de la pérdida de su propia seguridad. Hamas, responsable de los cohetes lanzados contra la población civil israelí, cuenta con el apoyo de Siria y detrás de los sirios está el régimen iraní, cuyo avanzado programa nuclear constituye una gravísima amenaza y no sólo para Israel, sino para todo Occidente. El problema, por lo tanto, no radica en la creación o no de un estado palestino, sino en el establecimiento de unos acuerdos -posiblemente utópicos- que garanticen no sólo la supervivencia de Israel como estado, también la seguridad de una Unión Europea ciega y sorda, que todavía no se ha dado cuenta de que lo que está en juego en Oriente Medio es nada menos que la supervivencia de la libertad y la democracia frente al oscurantismo.
Tal vez mis queridos lectores se hayan extrañado de que hoy les hable de un asunto “lejano” mientras Mallorca entera es un escándalo. Creo haber dejado ya escrito que la actualidad política isleña, el baile de imputados, fianzas y autos judiciales, ha llegado a asquearme. No soy el único. Ayer la gente se preguntaba porqué la Munar, el Buils, el Farrús y cuantos les han precedido, no parecen tener demasiados problemas para avalar sus millonarias fianzas mientras un 30% de las familias de este país no pueden llegar a fin de mes. ¿Pagaría usted una fianza de 350.000 euros de hoy para mañana, como quién paga la factura de la guardería? ¿A qué no? Por eso usted, yo, y aquel otro, sentimos náuseas. Y lo que pueda pasar en Israel, créanme, nos afecta de lleno.
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