Russell no puede hablar

Por Pilar Rahola en Guysen International News
Domingo 7 marzo 2010 – 11:54

¡Reclamo que me retornen el dinero que, en mi nombre, han usado para criminalizar a Israel! Pocos deben saber que Bertrand Russell y Mahatma Gandhi estuvieron a favor de la intervención contra Hitler. Es decir, los grandes líderes del pacifismo del siglo XX estuvieron a favor de la guerra contra el fascismo. Es lo que Russell llamó el «pacifismo político relativo». Sin embargo, también es inequívoca su lucha por un mundo sin armas nucleares -el manifiesto Russell-Einstein- o la lucha contra los desmanes norteamericanos en Vietnam, que plasmó en su famoso Tribunal Russell. Entre los participantes del tribunal, Sartre, Cárdenas, Simone de Beauvoir y… Haika Grossman, líder sionista, luchadora en los guetos de Polonia y Lituania y, hasta su muerte en 1996, miembro de la Knesset israelí. Es difícil saber, pues, qué habría opinado Bertrand Russell, o su amigo Einstein (convencido sionista) o la propia Grossman del uso que hacen un grupo de personas del nombre del tribunal, para perpetrar una aguerrida cruzada contra Israel.

Quizás se habría preocupado del uso de niños como bombas humanas, o de la misoginia criminal del fundamentalismo islámico, o del fenómeno totalitario en su conjunto. O quizás no.

Usar el nombre de los muertos en vano -en la línea del soez uso que hace Chávez del nombre de Bolívar- puede perpetrar equívocos, pero, sobre todo, perpetra muchos monstruos. Pero como contra Israel todo el mundo vive bien, especialmente los que tienen un largo currículum en criminalizar a dicho país, un grupo de amigos y residentes en la misma obsesión antiisraelí han decidido usar el nombre de Russell para pasear por el mundo una especie de Inquisición contra Israel, donde el país no puede defenderse, donde los miembros de la cosa tienen la sentencia hecha, y donde las complejidades del conflicto con los palestinos -incluyendo algunas bonitas barbaridades terroristas, o las amenazas de destrucción iraní, o la participación de los países de la zona en contra de Israel- quedan reducidas a una postal de buenos palestinos y malos israelíes.

Sobra la biografía de algunos de sus miembros -incluyendo algún judío de conocido autoodio-, pero todos acumulan declaraciones furibundas contra Israel, y algunos con banalización del holocausto incluido.

Este delirante tribunal ha puesto sus posaderas en Barcelona unos días. Y, como no podía ser de otra forma, la Generalitat y el Ayuntamiento han pagado con dinero público el engendro. Así que los catalanes hemos ayudado a financiar el aquelarre de unos activistas militantes contra un país extranjero, cuyas dificultades para sobrevivir son arduas. Reclamo que me retornen el dinero que, en mi nombre, han usado para criminalizar a Israel. ¿Quiénes son ellos para alentar este tipo de cruzadas? ¿Y quiénes son estos para usar el nombre de Russell en vano? Ciertamente, los muertos no pueden defenderse. Sobre todo de algunos vivos con pocos escrúpulos.

Publicado por Pilar Rahola en La Vanguardia de Barcelona el 05/03/2010 – http://www.pilarrahola.

En ausencia de lo judío

Si la pregunta fuese por qué no ha habido en la cultura española moderna un Einstein, un Freud o un Marx, la respuesta podría parecer pagada y sencilla: porque apenas quedaban judíos en estas tierras. Expulsados de golpe por el edicto de fines de marzo de 1492, apenas se ha producido, en cuatrocientos años, más que algún intento aislado de retorno. Sólo en la segunda mitad del siglo XX, las comunidades judías han ido recuperando, tímidamente, apenas un palmo del terreno perdido en la escena española. Los hechos son estos, o se podrían enunciar así, pero naturalmente nuestra obligación es la de mirar las cosas un poco más de cerca.

Julio Caro Baroja, en su desigual historia de Los judíos en la España moderna y contemporánea, cuenta la anécdota de un miembro de la familia Rothschild, aficionado a las bellas artes, que viajaba de incógnito por España y que, en una iglesia perdida, ante una virgen milagrosa, preguntó al viejo sacristán que le acompañaba por la clase de milagros que se le atribuían a la venerada imagen. «Llora cuando ve a un judío». El visitante se queda mudo, pero espera un rato delante, para ver qué pasa. Al cabo de un tiempo, no puede por menos que expresar que se trata de otro embuste, que él es judío y que la imagen no ha derramado ni media lágrima. «Sí –susurra el guía–, pero por favor no lo repitáis, que yo también lo soy».

A la hora de valorar el hecho de que la literatura española contemporánea (y la cultura en general) haya quedado al margen de la riquísima tradición hebraica, la anécdota, seguramente apócrifa, cobra nuevos significados, a los que intentaré llegar al final de estas líneas.

Resulta evidente que lo hebraico ha protagonizado, directa o indirectamente, la más alta literatura del siglo XX. Si hubiera que establecer un canon con las cien, diez, cinco, novelas más logradas del siglo XX, la única coincidencia segura se produciría en esa trinidad, la cima de dicha elección imaginaria, conformada por A la búsqueda del tiempo perdido, Ulises y cualquiera de las narraciones, geniales e intercambiables, de Franz Kafka.

Las parábolas del escriba de Praga hunden sus raíces en el judaísmo. Pero, y no es tan sabido, las obras de Proust y Joyce se vuelven ininteligibles sin esa conexión hebraica. Joyce descubre en Trieste, de la mano de Italo Svevo, la riqueza y universalidad del mundo de los judíos. El judaísmo es uno de los grandes temas de la segunda parte de la vida de Joyce, y muy especialmente de Ulises, cuyo protagonista es Leopoldo Bloom, hijo de un judío húngaro, y alter ego del artista dublinés, ya no precisamente adolescente.

Como señaló Svevo, su mentor triestino, «lo que da unidadal libro es que, al final de la jornada en que consiste temporalmente la novela, el docto Dedalus llega a sentir al judío Bloom como padre suyo». Afirmación todo lo discutible que se quiera, pero que tiene el acierto de dirigir la flecha en el sentido predeterminado por el propio Joyce. Otra vez estamos ante la dialéctica mosaica y freudiana del parricidio. Como en Kafka. Y como en Proust, donde la muerte del padre se convierte, por medio del judío Swann, cuya vereda nunca abandonará Marcel, en la sustitución del padre. De la relación del Proust de À la recherche con el mundo hebraico, poco se puede añadir a lo señalado acertadamente por Juliette Hassine en dos monografías tituladas Esoterismo y escritura en la obra de Proust (1990), y la posterior y definitiva Marranismo y hebraísmo en la obra de Proust (1994).

El peso de la cultura judía en la cultura occidental del siglo pasado, y en especial en el ámbito literario, es deslumbrante. Y, ¿qué ha ocurrido en España? ¿Ha sido por completo ajena a esta extraordinaria ráfaga de luz? Creo que a esa pregunta se pueden dar dos clases de respuestas. Una, inmediata, que tendría que afirmar que sí, que España ha quedado, una vez más, al margen de lo mejor de la historia humana. Sería interesante analizar la importancia decisiva que esto tiene en el desarrollo del casticismo hispano.
Pensemos en la generación del noventa y ocho. Baroja fue antisemita (en realidad fue antitodo). Azorín mostró una indiferencia pasmosa ante todo lo que tenía que ver con el mundo hebraico, lo que para mí constituye un gran enigma pendiente de resolver. ¿Y Ortega? Ortega, como siempre, es más complicado. No es el lugar para abordar el asunto, pero voy a apuntar algo que siempre he pensado al releer su insoslayable ensayo titulado Dios a la vista. Se trata de un texto que habría que poner en conexión, también, con la interpretación que hace el filósofo de las consecuencias de la teoría de la relatividad einsteniana (en El sentido histórico de las ideas de Einstein). Y lo que se saca de esa especulación tiene bastante que ver con la noción de mesianismo judío, tal y como la explica Gershom Scholem al final de sus Conceptos básicos del judaísmo (Trotta, 1998). La idea orteguiana, según la cual hay un Dios laico, profano, que está antes y mucho más allá de la religión positiva, y que se sitúa a la vista, es decir, que no se puede tocar y manipular, pero que está en el horizonte abierto e inalcanzable del hombre libre, tiene que ver directamente con el vivir en la irrealidad necesaria de la esperanza de algo por definición inalcanzable.

Este es para mí el eje de un segundo tipo de respuesta, que naturalmente apunta a lo esencial. Nosotros no hemos dado a luz a ninguno de los Roth, ni a Elsa Morante ni a Clarice Lispector, ni a Walter Benjamin ni a Canetti, ni a Mandelstam, ni tampoco a Joseph Brodsky. Cierto. Pero finalmente los hemos leído a fondo y, en algunos casos, hasta los hemos asimilado. Evidentemente, eso ha sido así a ambos lados del Atlántico. ¿Es que se puede entender, pongamos por caso, el Diario íntimo de Emilio Prados, o Muerte sin fin, de José Gorostiza, sin la huella hebraica o sin sus imágenes? ¿Se puede entender a Borges, lo que para este significa la escritura, el sistema de signos que rige el mundo, al margen de la tradición judía? ¿Se puede entender a Zambrano sin Spinoza? ¿Y a Valente sin Celan o sin Edmond Jabès? ¿Acaso la metaliteratura de Enrique Vila-Matas significa algo al margen de Kafka?

Cada una de estas preguntas necesitaría un largo desarrollo, innumerables matices y profundizaciones. No es este el lugar por acogedor que resulte. Pero todas ellas apuntan, de un modo u otro, a aquello que dejó escrito Marina Tsevietáeva: «Los poetas somos judíos».

Este dictum pertenece al Poema sin fin, en concreto a los últimos versos del poema duodécimo. La proposición completa es la siguiente: «Si es este/un mundo cristiano, los poetas somos judíos». Qué difícil de interpretar, comenzando por ese si condicional con el que arranca el verso. Yo me quedo con el hecho de que cristianismo y judaísmo estén puestos en relación, aunque se refiera en este caso a una relación de antagonismo. Se trata de la manía insensata que hizo que los judíos fueran expulsados de España, y del resto de los incipientes estados- nación, en pleno Renacimiento. La injusticia que les convirtió, de nuevo, en exiliados que se refugiaban en la ley escrita en los rollos de la Torá y en el abismo de sus corazones de carne. También fue el caso de muchos conversos, marranos o no, protagonistas de un exilio interior, consciente o inconsciente. La raíz estaba plantada, en lo más hondo de la misma condición de cristianos, o de miembros de una cultura de raíz bíblica. Como el sacristán de la anécdota, al que le cuesta reconocer su condición, dentro de cada español hay, lo sepa, lo ignore, o lo rechace, semillas fecundas de un judaísmo que se transforma y vivifica ante cualquier intento de creatividad.

Fuente: La Vanguardia, suplemento Culturas

La universidad sobre rieles

El trencito que podía… enseñar
Por Karin Kloosterman
23 de noviembre 2009

Una brillante idea sobre rieles de una universidad israelí tiene a los profesores dictando cátedra a los viajeros israelíes mientras viajan en los trenes interurbanos.

La educación a distancia: Hanoch Gutfreund Presidente Emérito de la Universidad Hebrea da conferencias a los pasajeros en el tren sobre las cartas de amor de Einstein.

El viajero matutino está predispuesto a la enseñanza. Un nuevo proyecto de la Universidad Hebrea llamado «Científicos en los trenes», promueve la educación sobre raíles mientras la institución envía a sus profesores a dar clases al público israelí en tránsito.

La idea surgió este mes, con el último Profesor de la universidad, el Presidente Emérito Hanoch Gutfreund, quien montó el tren de la mañana de Modi’in a Tel Aviv, dando conferencias al público sobre las cartas de amor escritas por Einstein y sus esposas.

La idea de que profesores de enseñanza académica impartieran seminarios a bordo de los trenes fue concebida por el creador de la Universidad Hebrea portavoz de los Orit Suliteanu.

El estado de la educación superior ha venido disminuyendo en Israel, le dice a ISRAEL21c, y el público no está informado sobre la naturaleza de la investigación y lo que significa una universidad de investigación como la Universidad Hebrea de Jerusalén. «Pensamos que tal vez había que ir a lugares atípicos – para salir y mostrar lo que creamos aquí», dice ella.

En cooperación con Ferrocarriles de Israel, la Universidad Hebrea está planeando poner en marcha una serie de seminarios sobre el tren el próximo año, mientras los pasajeros se dirigen de la ciudad satélite de Modi’in a Tel Aviv por la mañana y regresan por la noche. El profesor estará designado en un coche y dará una conferencia a cerca de 60 personas en cada viaje.

Aprender con las cartas de amor

El horario de los profesores y el contenido de este proyecto piloto es aún flexible, pero el futuro más probable es que exploran temas como el calentamiento global, la creación de la Tierra y el funcionamiento del cerebro.

La conferencia de Gutfreund sobre las cartas de amor entre Einstein y su primera y segunda esposa fue una elección natural, ya que Einstein fue uno de los fundadores de la Universidad Hebrea en 1920. Dio su primera conferencia en 1923, y después de su muerte, donó su colección de material a la universidad donde se encuentra ahora en un museo especial.

«Las cartas de amor entre Albert Einstein y su primera esposa, Mileva y las cartas de amor a su segunda esposa Elsa nos enseñan sobre el desarrollo emocional e intelectual de los más grandes científicos del siglo 20», expone Gutfreund.

«En los últimos años, escribió a Elsa casi todos los días cuando estaba de viaje lejos de casa. Las cartas ya no eran el amor, pero son interesantes porque son portadoras de sus impresiones sobre los lugares que visitó, de la gente que conoció a los hechos ocurridos a su alrededor».

Gutfreund, que todavía da clases en la universidad, dice que la experiencia de dar clases para el público en el tren es un esfuerzo importante, y que está interesado en ver cómo va a lidiar con el nuevo foro – cuando lo habitual es que la mitad de los pasajeros del tren estén sentados de espalda, mientras la otra mitad mira de frente. Durante su primera conferencia dedicó mucho tiempo yendo de un extremo al otro en el coche.

Un tren de modelo para otras ciudades

Con lo que parecen ser huelgas anuales de las universidades de Israel en los últimos años, el público está mostrando menos interés en instituciones financiadas por el gobierno, y está optando por universidades privadas en lugar de estar sujeto a interrupciones.

Gutfreund dice: «Estamos tratando de transmitir al público que lo que los investigadores están haciendo es una parte interesante de la vida cultural y la existencia de la sociedad».

Hasta donde él y el portavoz saben, nadie en el mundo ha dado conferencias en los trenes. Desde que se anunció la primera conferencia, la Universidad se ha visto un interés más abrumador en la idea por parte de los medios de comunicación locales.

Alrededor de 15 profesores han firmado el proyecto, que tiene implicaciones más allá de la educación. Podría ser utilizado como modelo para fomentar el transporte sostenible, animando a más personas en todo el mundo para utilizar el transporte público y dejar el coche contaminante en el hogar.

Sin duda, tiene que ser más estimulante aprender sobre la vida amorosa de Einstein, que estar sentado en un atasco de tráfico.